lunes, 30 de noviembre de 2009

De lobos y corderos; reflexiones sobre un proyecto cultural alternativo para América Latina. Paulina Movsichoff

Necesitamos reconocer, en primer término, que la crisis de las sociedades modernas es ante todo cultural. Será muy difícil avizorar una salida si no tomamos conciencia de ello. “El proceso de cambio social llamado desarrollo sólo puede comprenderse en toda su complejidad cuando se asocia a la idea de creatividad”, afirma Celso Furtado.” Esto supondría entonces la búsqueda de un estilo de vida que comprenda algo más que los niveles y patrones de consumo para incluir en éste aspectos que no son meramente de bienestar material sino que tienen que ver con lo que hoy llamaríamos “calidad de vida” y la plena realización de la condición humana. En esta perspectiva se destacan el goce en el trabajo determinado esencialmente por la significación de su sentido personal y de utilidad social, el ocio creativo y las actividades expresivas, las finalidades de la educación y su aporte al desarrollo de la persona humana.
De ello se deduce la falacia de aquel principio que sostiene la necesaria complementariedad entre crecimiento económico y equidad social, lo que nos lleva a elaborar propuestas que cuestionen la importancia atribuida por el desarrollismo a la expansión económica y a enfatizar en todo momento la distribución social.
“América no podrá consumar su emergencia civilizatoria – señala Adolfo Colombres – mientras no deje de asumir lo ajeno como propio. O sea, terminará de alcanzar su madurez sólo cuando renuncie a ser la sombra de Occidente y defina un proyecto alternativo. Ese proyecto, en la medida en que implica un despliegue de lo imaginario...puede asimilarse con la utopía o al menos con cierta utopía”.
El nuevo milenio pone a América en un dilema que no debemos soslayar: o emerge como una nueva civilización consciente de su particularidad y valor universal y sobre todo munida de un proyecto propio, o queda convertida en un occidente de segunda mano, al servicio del hiperdesarrollo del otro Occidente.
Es necesario concientizarse de que la pobreza en que se ha sumido a nuestro pueblo no sólo es económica. Tal vez nunca como ahora se haya visto semejante vaciamiento interior del hombre, así como la intensificación de sus tendencias autodestructivas. Como factor coadyuvante se encuentra la presión psicológica alienante de los medios de masa que distorsionan la formación de actitudes y la motivación de los individuos, inhibiendo su imaginación creadora y su capacidad de reflexión y crítica de la realidad, cuando no a la inducción de conductas patológicas violentas y destructivas.
Ya en 1977 el psicoanalista Ángel Fiaschi señalaba en La Opinión Cultural: “ El centro nuclear de las enfermedades actuales en lo que hace a las patologías es la esquizoidia y esto tiene vinculaciones con el hábitat y el medio ambiente social ya que el hombre necesita dividirse en forma cotidiana para enfrentar un mundo complicado tecnológicamente. Esto hace que el equilibrio de su integridad yoica esté al servicio de las estrategias racionales más que al de los intereses emocionales... Todo lo que signifique accionar en un mundo sin afecto significa esquzoidia... Si continúa esta tendencia de crecimiento indiscriminado de las ciudades se van a acentuar las enfermedades actuales. El sentimiento de solidaridad, la identificación con la desgracia del otro desaparecerán... La enfermedad social sintomática más importante que podemos prever para el futuro es la delincuencia. Pero no la delincuencia pequeña a que estamos acostumbrados en estos años ... Lo que vendrá será la delincuencia criminosa, el robo violento y el asesinato.”
Resulta urgente entonces la redefinición que el Estado puede y debe cumplir en contribución al progreso cultural y científico de nuestros países latinoamericanos, lo que se entrelaza con un proyecto histórico de desarrollo integral, un modelo utópico – realista de economía y sociedad, de cultura y política y de relaciones internacionales. Ello no implica una proyección fantasiosa de buenos deseos sino una apertura hacia lo posible.
Según Marcos Kaplan esto no significa que el Estado sea visualizado como objeto de idolatría ni panacea universal – El Estado intervencionista es necesario para el desarrollo integral. Pero es necesario que sepa combinar su intervención y planificación con su eficiencia socioeconómica, su respeto de los derechos y libertades individuales – y con el aumento de la participación activa y directa de grupos e individuos para promover la expansión racional de todas las potencialidades y de todas las personas.
Quisiera terminar con unas palabras de Leopoldo Zea: “Como respuesta a la inteligencia europea-occidental, que hacía de la igualdad instrumento de anulación de identidades, la inteligencia latinoamericana se lanza a la búsqueda de lo que identifica sin la anulación de las propias identidades. Se lanza a la búsqueda de lo que asemeja, de lo que puede y debe ser común a los pueblos y que es garantía, a su vez, de la permanencia de lo propio, de lo que hace del hombre como abstracción un hombre concreto, de Pueblos con mayúscula, pueblos en los que se expresan esos hombres concretos. La igualdad como horizonte de posibilidad de la libertad del individuo concreto, de su libertad y de su originalidad.
La libertad no es posible en una relación de lobos y corderos, de tiburones y sardinas, sino tan sólo en la relación en que los corderos y sardinas son capaces de imponer la acción de los lobos y los tiburones.

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