domingo, 29 de noviembre de 2009

"La Tierra sin Mal: Experiencias y niveles de integración cultural entre Argentina Y Paraguay" - Ricardo Santillán Güemes







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El espacio cultural contemporáneo

La multiculturalidad ya está en casa.

Es más que evidente que, en las últimas décadas, el mundo y nuestros países cambiaron de manera rotunda y que el espacio cultural contemporáneo se caracteriza por ser cada vez más heterogéneo, complejo y cambiante.
En él se entrecruzan y confrontan fuerzas culturales globalizadoras que tienden a fijar sus reglas de juego y sus propios proyectos a partir de planteos absolutizadores y fuerzas culturales locales y regionales que tienden a mantener sus autonomías a partir de distintos tipos de respuestas y proyectos de integración cultural.
Interaccionan, cada vez con mayor asiduidad, actores sociales que “encarnan” tiempos y ritmos culturales diversos. Formas de vida de distinto origen histórico y significación que expresan múltiples maneras de resolver física, emocional y mentalmente las relaciones con la naturaleza, con el medio social y con lo que consideran sagrado o trascendente. Disímiles formas de percibir, sentir, valorar, pensar, decir, organizar (construir), significar, controlar y reproducir lo “real”.
Hoy, como muchas veces antes en la historia de la humanidad pero esta vez de una manera exacerbada, compleja y vertiginosa, en un mismo espacio y “en un mismo tiempo cronológico” se observa, como bien dice Arturo Sala, “una simultaneidad heteróloga de tiempos culturales intervinientes” .
Y lo que más se evidencia en los mencionados choques y entrecruzamientos que se dan en ese espacio lleno de tiempos culturales en tensión es el acrecentamiento de los grados de violencia, exclusión, injusticia, discriminación e incomunicación.
En la década del sesenta y refiriéndose al impacto de los medios masivos de comunicación en la sociedad Marshall McLuhan dijo “ya nadie puede irse a su casa”. Hoy podríamos agregar que lo multicultural ya está en casa, se instaló y opera en lo doméstico, en el seno de las familias y no solamente en las calles o en ciertos conflictos interétnicos propios de ciertas zonas rurales o urbanas o en las fronteras internacionales.

Sí, la diversidad cultural ha invadido la escena social, se expresa por doquier y opera como un entramado de fondo a tener muy en cuenta a la hora de encarar el diseño de políticas culturales o tareas de gestión sea en el área que fuera.

Es normal que estos drásticos cambios generen incertidumbre y que, además, se corra el riesgo de caer una y otra vez en la repetición mecánica de viejas fórmulas para resolver nuevos problemas. Y es justamente por esto que el gestor, administrador y / o promotor cultural así como los educadores de todos los niveles deben aguzar su capacidad perceptiva, su sentido crítico y sus facultades creativas a fin de evaluar y comprender las transformaciones ocurridas en sí mismos y en su entorno para estar en condiciones de diseñar y poner en práctica estrategias que tengan en cuenta las nuevas variables en juego.
Entre otras y sin ánimo de presentarlas de manera jerarquizada:

 La mencionada complejización del espacio cultural (tensión entre proyectos globalizadores y proyectos locales).
 El aumento de los procesos migratorios muchos de ellos altamente conflictivos.
 La tensión en muchas zonas de fronteras internacionales.
 Los proyectos de integración regional y subregional.
 El incremento de la diferencia y la desigualdad socio cultural.
 La confrontación, en diversas escalas, de identidades culturales múltiples.
 La desocupación y el desempleo.
 El impacto en la vida cotidiana de la informática, la industria cultural y los medios de comunicación de masas.
 La inseguridad en sus distintos niveles.
 La violencia y la impunidad y sus resonancias especialmente en la cultura joven.
 Las nuevas formas de expresión política.
 El nuevo tipo de relación entre lo público y lo privado.
 La crisis ecológica.
 La presión del mercado en los procesos de creación simbólica y de reproducción del saber.
 El retroceso de las posturas utópicas y las nuevas búsquedas en la producción de sentido.

Es muy probable que nos estemos olvidando de muchas de las nuevas variables en juego pero, a nuestro entender, las presentadas sintetizan la nueva dinámica sociocultural que no sólo enmarca sino que puede interferir y condicionar nuestras tareas cotidianas en el campo de la gestión cultural y educativa.

En función de cumplir con los lineamientos fijados por el presente Coloquio nos detendremos a considerar determinados aspectos relacionados con las cuatro primeras variables enunciadas tratando de realizar algunos aportes en pro de la actualización de nuestros modelos de y para la acción cultural.

De esta forma en el presente trabajo nos proponemos reflexionar sobre:

• El sentido de la integración cultural.
• El rol que juega el patrimonio intangible en el seno de los procesos de integración cultural y en el desarrollo de la creatividad social en áreas de frontera.
• La experiencia ARPA (Argentina y Paraguay) en el campo de la gestión cultural.


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La integración cultural: un marco referencial y operativo


En el siglo XV Europa rompe su universo cultural cerrado y comienza a concretar su expansión a lo largo y a lo ancho del planeta. No es éste el momento ni el lugar de detallar dicha expansión pero sí tener en cuenta que, desde entonces, se acrecientan hasta el infinito los contactos culturales entre las naciones europeas y los pueblos no europeos (americanos, africanos, asiáticos). Se encuentran, tanto en el amor como en la guerra, culturas distintas, formas diversas de estar siendo en el mundo y de imaginar el futuro.
Dentro de las ciencias antropológicas se denominó aculturación al contacto entre culturas distintas y a las modificaciones que se dan en cada una de ellas y la nueva cultura que se gesta. Adolfo Colombres y muchos otros desenmascararon esta categoría por ser lisa y llanamente sinónimo de colonialismo.

A nuestro entender es preferible y conveniente hablar de Proceso(s) de Integración Cultural aunque somos conscientes de la confusión reinante en tomo a la palabra integración especialmente por el uso que se hizo de dicha categoría en ciertas políticas "integracionistas" llevadas a la práctica por ciertas élites colonialistas.
Nosotros - recuperando su etimología - vamos a entender por integración “componer un todo”, una unidad estructural, a partir de partes (totalidades parciales) originariamente separadas.
Desde esta perspectiva que, como se verá en seguida, adquiere su sentido cuando se aclara la orientación política que se otorga a la misma, la historia se nos aparece como el devenir de sucesivas y concretas integraciones humanas; en lo biológico (razas) y en lo cultural (formas de vida). En verdad, sucesivas integraciones, desintegraciones y nuevas integraciones culturales que, por lo general, van adquiriendo cada vez mayor grado de heterogeneidad (fuerzas culturales interactuantes), complejidad (múltiples tramas de prácticas, saberes, deseos, valores y texturas simbólicas en juego) y cambio (entrecruzamiento dinámico de diferentes temporalidades y ritmos).

En América Latina desde 1492 en adelante la sociedad uniformizadora - unificadora fue la Cristiana Occidental que, a través de la hegemonía de distintas Comunidades Nacionales se expande, penetra y organiza según sus intereses el espacio cultural americano.
Dicha expansión toma la forma de "oleadas de imposición cultural” siendo las principales:

1) La “oleada de la encrucijada medieval-renacentista” que encierra el descubrimiento, la ocupación y la colonización de América. Temporalmente abarca prácticamente todo el período hispánico (de Hispania: España y Portugal).

2) La “oleada de la ilustración” con sus diversas actualizaciones técnico-ideológicas que comienzan a desplegarse y a impactar en el espacio cultural desde el momento previo al surgimiento de las repúblicas Americanas hasta mediados del siglo XX (preeminencia de Inglaterra, Francia y más recientemente Estados Unidos de Norteamérica)

3) La “oleada de la globalización exacerbada” hoy comandada especialmente por Estados Unidos de Norteamérica, varios países de la Comunidad Europea y Japón.

No es nuestra intención desarrollar detalladamente estos procesos históricos sino sentar las bases de un encuadre o marco referencial que nos permita planificar y pensar proyectos integrativos en distintos contextos socioculturales.

Lo que tienen en común las mencionadas oleadas es que logran su expansión e imposición cultural en territorios ajenos a partir de la construcción y uso de un modelo y un dispositivo planificado por especialistas (desde el Consejo de Indias a las Multinacionales) que se caracteriza por su manejo de la abstracción y por saber articular en la práctica:

- un sistema institucional (de los Virreinatos hasta los organismos internacionales y la empresas multinacionales);
- un aparato tecnoeconómico con bases en el desarrollo científico (del mercantilismo, la carabela y la brújula hasta la informática y la energía nuclear;
- un sistema ideológico o simbólico expresivo (de las iglesias a la cultura de masas).

Por supuesto que la expansión de la Sociedad Unificadora (Imperios) no alcanza el mismo grado de intensidad y éxito en su acción de penetración cultural dentro del territorio ni todas las comunidades locales, nacionales o regionales responden de la misma manera.
De allí que se torne fundamental tener en cuenta cómo se manifiesta en las distintas regiones y en los distintos momentos históricos la tensión entre:

- La sociedad o las fuerzas culturales que tiende a uniformizar, prolongando e implementando en un espacio que no es originariamente el suyo su forma de vida a través de los mecanismo citados y actuando desde un orden cultural instituido desde fuera del territorio hacia adentro y desde arriba hacia abajo en la pirámide social.

- Las comunidades locales, regionales o nacionales que tienden a mantener su identidad cultural, su autonomía y su memoria dentro del proceso ya sea a través de distintas formas de resistencia cultural y de intercambios materiales y simbólicos que se despliegan en el seno de un orden cultural instituyente centrado en lo local y en el encuentro cotidiano entre grupos y personas que comienzan a compartir determinados elementos culturales ya sean materiales, organizativos, de conocimiento, simbólicos y emotivos. Está demás decir que este es el campo de la creatividad social y la cuna de los grandes fenómenos integrativos (el lenguajes, las comidas, los ritos, los cantos, las danzas, las fiestas, las tecnologías apropiadas, formas de trabajo solidario, etc.).


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El sentido político de la integración cultural

Queda claro que “integración” no es una mala palabra y que la clave está en el sentido político que se le otorgue a la misma. O, dicho de otra manera, en la decisión cultural cuyo impulso coadyuvará a construir y transitar un estilo integrativo y no otro.

A nuestro entender en la actualidad interactúan, se imbrican, se chocan, se contrastan dos modelos de integración cultural: uno “degradante” y otro “plenificante”.

Porque, coherente con sus antecedentes históricos, la globalización exacerbada, salvaje e indiscriminada sigue tendiendo a formar totalidades pero homogéneas porque para lograr sus objetivos necesitan previamente vaciar culturalmente a las partes (deculturación) para luego imponer de manera unidimensional sus proyectos y formas de vida injustas y deshumanizantes. Es por este motivo que a esta forma de accionar instituida que se centra en el monólogo cultural la denominamos integración “degradante”.

Por el contrario los pueblos, ciertos movimientos sociales, las comunidades originarias, han sabido esbozar otro estilo integrativo a partir del encuentro cotidiano instituyente, del diálogo intercultural, la solidaridad y el corazón. A esta forma de integración que “acepta al otro como un legítimo otro en convivencia” (H. Maturana) y no en desigualdad y que reconoce, además, la diversidad como sustento de una posible unidad, la denominamos “plenificante” y deberíamos ser capaces de ir construyéndola cada día en todas nuestras esferas de acción.

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Tres modelos de cultura y un metamodelo cultural

Antes de seguir avanzando en lo específico se torna imprescindible dar cuenta de los tres principales modelos de cultura utilizados en la actualidad por distintos profesionales y plantear la necesidad de operar, en este caso generando proyectos de integración, desde lo que podríamos denominar un metamodelo cultural (un modelo de modelos).

A las tres formas principales de considerar y aplicar el concepto de cultura las relacionamos con determinados campos de acción:

Modelo 1: CAMPO SOCIOANTROPOLÓGICO: La cultura entendida como “FORMA INTEGRAL DE VIDA” O “MODO DE HABITAR EN EL MUNDO”. Esta concepción de cultura permite diagnosticar y reflexionar sobre los distintas maneras de resolver física, emocional y mentalmente las relaciones que nuestras comunidades han entablado histórica y socialmente con la naturaleza, consigo misma, con otras comunidades y con lo que se ha calificado como sagrado para dar continuidad y sentido a la totalidad de la existencia .
Esta “entrada” permite encarar la exploración y la comprensión de los diversos ethos y cosmovisiones interactuantes en el espacio cultural contemporáneo y dar cuenta de cómo se manifiesta lo “PROPIO” (nuestros particulares modos de ser y principales estilos de relación) y lo “ AJENO” (discriminando entre “globalización exacerbada” y “cultura universal”).

Modelo 2: CAMPO DE LA PRODUCCIÓN SIMBÓLICA EN GENERAL: Es una ampliación del modelo 1 que se caracteriza por “poner en foco” dentro de una determinada forma de vida el conjunto de sus cuerpos, producciones y acciones simbólicas que dan sentido a la existencia por períodos más o menos largos de tiempo.
Porque a través de diversos y complejos caminos, una comunidad crea un determinado "universo simbólico expresivo" que va a contener las claves que otorgan sentido al estilo general de vida y, a su vez, a los modos concretos de garantizar la reproducción de esas claves.

Modelo 3: CAMPO ESPECÍFICO DE LA POLÍTICA Y LA GESTIÓN CULTURAL: Se trata de una ampliación del modelo 2 que pone en foco y amplifica, dentro de la producción simbólica en general, las actividades propias del llamado SECTOR CULTURA cuya función es (tanto a nivel oficial, privado, comunitario, etc.) llevar a cabo un conjunto de intervenciones, acciones y estrategias que tienen como propósito satisfacer las necesidades y aspiraciones culturales, simbólicas y expresivas, de la sociedad en sus distintos niveles y modalidades (artes, promoción cultural, industrias culturales, patrimonio tangible e intangible, cooperación internacional, equipamientos, etc.).

Un METAMODELO es un modelo de modelos. En este caso se trata de la necesidad de contar con una herramienta que nos permita, en función de cumplir con los objetivos de distintos proyectos de integración, “entrar y salir” de los tres modelos citados y articularlos de una manera creativa, dinámica y buscando su complementariedad.
De esta forma denominamos METAMODELO CULTURAL a dicha herramienta que no es otra cosa que un MARCO CONCEPTUAL, REFERENCIAL Y OPERATIVO amplio, abierto e incluyente que nos permite jugar con los modelos como si fueran “pantallas”.


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Argentina triangular:
paisajes naturales y paisajes culturales


“Un estado no puede ser aislado de su ambiente, es decir, de la suma de todas las condiciones e influencias externas que afectan su vida y desarrollo”. G. Etzel Pearcy


Si observamos el mapa de la Argentina veremos que, a primera vista, nuestro territorio semeja un triángulo isósceles con la base mirando al norte y el vértice al polo sur.
Su lado este tiene que ver con las llanuras, los rios (la Cuenca del Plata) y con el mar (Atlántico sur) mientras que su lado oeste con la montaña (cordillera de los Andes y precordillera, valles y quebradas).
Su mediana (en sentido norte / sur) coincide más o menos con el meridiano 62 que, idealmente, une y separa no sólo dos paisajes naturales sino también paisajes o regiones culturales signadas una por la montaña (Noroeste, Sierras Centrales, Cuyo) y la otra por la llanura (Chaco, Pampa y Patagonia, Neuquén).
Esta brevísima caracterización regional se completa con lo que C. Martínez Sarasola denomina paisajes “transicionales”: el Litoral Mesopotámico (obviamente ligado a la llanura) y el Extremo Sur.

En estos paisajes naturales los pueblos originarios desplegaron su forma de vida convirtiéndolos en paisajes culturales, en modos de habitar y estar siendo en el mundo. En este espacio natural se desarrolló nuestra historia y se fueron conformando nuestras actuales regiones culturales, con sus economías, sus tonadas, sus músicas y sus danzas. Pero también nuestras capacidades humanas y nuestro bagaje de recursos culturales.

También en esas dos caras de nuestro país (montaña / llanura) se pueden ver reflejados ciertos contrastes fundantes: lo árido (occidente) y lo húmedo (oriente); el hombre de a pie replegado en las montañas y el hombre de a caballo (los jinetes del infinito) transitando, en un principio, libremente las llanuras; la gravedad del estar y la movilidad del ser.
Pero, viene bien aclararlo, estas son dos caras de una misma moneda: lo que significa que en la conformación del país la una no existe sin la otra dado que conforman una unidad histórica que encierra una multiplicidad de contrastes.

La región del noroeste está desde el punto de vista socioantropológico íntimamente ligada al mundo cultural andino mientras que la región noreste al mundo cultural guaraní.
Esta última está formada por las provincias de Corrientes, Misiones, Formosa, Chaco y centro y norte de Santa Fe. Las cuatro primeras limitan con la República de Paraguay. Misiones y Corrientes también limitan hacia el este con Brasil.

Es un lugar común decir que las fronteras unen y separan al mismo tiempo Pero conviene recordarlo una y otra vez porque realmente las fronteras son un “puente” (desde el punto de vista cultural) y un “límite” (desde lo histórico político).

A continuación nos detendremos a considerar los distintos niveles de integración cultural que se dan entre Argentina y Paraguay tomando como referencia los tres modelos de cultura citados.


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Argentina y Paraguay:
niveles de integración cultural

Desde el punto de vista de la cultura como “forma integral de vida” o “modo de habitar” o de “estar siendo en el mundo” un primer gran nivel de integración está dado por el sustrato cultural guaraní el que se manifiesta no sólo a través de un fuerte bilingüismo sino también en todo el sistema de valores, saberes y creencias.
Este es el gran sello distintivo de esta región que históricamente tuvo a Asunción del Paraguay (“Madre de Ciudades”) como principal centro de irradiación cultural.
El clima subtropical, las selvas, esteros, lagunas, los grandes ríos que surcan la región, conforman un marco abigarrado y denso donde transcurre la vida de las distintas comunidades.
Hemos escuchado hablar de “ñande región” que significa “nuestra región”.
Pero la idea que sintetiza lo que queremos transmitir, que es la conformación histórica de un estilo de vida, es la de “ñande reko” de los guaraníes que, como enseguida veremos, incluye el tekoha.
Dice Bartomeu Meliá que hay "una categoría que parece realmente esencial en el pensamiento y en la expresión de los Guaraní "históricos" y que también aparece con la misma importancia en los Guaraní actuales. Es la noción de ñande reko, que puede ser traducido como "nuestro modo de ser", pero que (también) encierra otros significados ", tales como: "nuestro modo de estar, nuestro sistema, nuestra ley, nuestra cultura, nuestra norma, nuestro comportamiento, nuestro hábito, nuestra condición, nuestras costumbres ".
Es indudable que ñande reko fue, y pretende seguir siendo a pesar del acorralamiento económico y social al que se hayan sometidos los guaraníes, una manera de nombrar una forma integral de vida que, en su momento fue autónoma. No obstante continúa señalando y sosteniendo una identidad comunitaria específica que se fue construyendo en relación con un determinado espacio geográfico convertido, a través de la práctica social, en un espacio cultural. Éste, en guaraní, se denomina tekoha, "el lugar donde vivimos nuestras costumbres (teko)" y está constituido por un complejo "casas - chacras - monte" que contiene y posibilita una determinada forma de vivir y significar la espacialidad por medio de migraciones y de múltiples prácticas sociales que, recurrentemente, hacen a su identidad étnica y a su forma de estar siendo en el mundo (la horticultura, las casas comunales, la poligamia, la danza ritual, la búsqueda de la Tierra sin Mal, etc.).
De alguna manera esta noción de los guaraníes nos recuerda la idea de ethos aunque en realidad contiene y sintetiza, diría Clifford Geertz (1995), el ethos y la cosmovisión. Pero también, a nuestro entender, no puede dejar de contener “la tierra” y lo tecno – económico.

Esta realidad que se manifiesta como suelo existencial impregna el vivir de las mayorías incluyendo en muchos casos ciertas pautas de sectores medios y altos urbanos quienes en sus diferentes cotidianidades y más allá del impacto globalizador y las diferencias de clase, comparten un sinnúmero de códigos culturales: formas de comunicación verbal y no verbal, prácticas y saberes ligados al ciclo vital con sus ritos de paso, formas de producción agrícola y ganadera con sus respectivas “tecnologías apropiadas”, alimentación (comidas), religiosidad popular, medicina y expresiones artísticas, especiamente la música, el canto y la danza.

Desde esta perspectiva o “entrada” hay una integración cultural precedente que no pudo ser rota ni siquiera por la maldita e impopular guerra de la Triple Alianza (1865 - 70) a través de la cual Argentina, Brasil y Uruguay (monitoreados por el imperio británico) aniquilaron a gran parte de la población paraguaya.
Siguiendo a Guillermo Bonfil Batalla (1982) todo lo dicho es el sustrato del campo cultural de lo “propio” a nivel transnacional. Aquí se hallan claves de la cultura autónoma y apropiada que podrían convertirse en focos para encarar la desenajenación e intentar frenar la imposición cultural exacerbada con sus múltiples estrategias en marcha.


Desde el punto de vista del modelo 2 (la cultura como producción de sentido) es insoslayable detenernos en la consideración de un eje vertebrador de la cultura guaraní: la Tierra sin Mal, mito y rito que atraviesa la historia y que aún hoy opera como símbolo generador de acciones culturales concretas fundamentalmente migraciones y proyectos de integración como luego veremos.

Los guaraníes creen que después del gran diluvio que fuera provocado por faltas de los hombres, los Dioses se quedaron en la Tierra sin Mal y crearon una Tierra mala, una tierra imperfecta y que se gasta, que pasaría a ser la morada de los hombres.
La Tierra sin Mal es un lugar cargado de sacralidad, morada de los dioses, a la que pueden acceder ciertos “elegidos” después de muertos, chamanes y guerreros pero a la que todos podrían llegar, guiados por el Caraivé (Gran Chamán), sin necesidad de experimentar la muerte física. Esto implica realizar, entre otras cosas, ciertos ejercicios espirituales, danzas rituales a través de los cuales se transita un estado de conciencia particular llamado aguyje. Es en ese estado de liviandad que se puede vislumbrar y acceder a esa especie de “paraíso” en el cual los humanos recuperan la completud, su otra mitad: la original y, por lo tanto, divina.

Gran parte de las migraciones encaradas por los tupí - guaraní desde antes de la conquista española hasta bien entrado el siglo XX tuvieron como uno de sus principales motivos la búsqueda de la Tierra sin Mal, de ese sitio, de ese mundo perfecto e incorruptible. Un mundo sin hambre y sin sufrimiento. El mundo del disfrute eterno.
Hermosa metáfora que se ha convertido en motor utópico que opera en el trasfondo simbólico de la “Ñande Región”.

Lo interesante del caso es que esta matriz simbólica sigue operando y fundamentando migraciones y distintos tipos de acciones. En la década del 70 la abuela de un cacique chiriguano (guaraní aborigen) de la provincia de Salta cerca del límite con Bolivia me contaba que en los años 30, en medio de otra guerra maldita esta vez entre Paraguay y Bolivia, llegaron “caminando entre los muertos” buscando la Argentina que “era la Tierra sin Mal”. Incluso en el imaginario de muchos paraguayos que viven actualmente en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia del mismo nombre sigue presente esta analogía.

Pero no solamente en los migrantes. En dos discursos que le escuché decir recientemente al actual Vice Ministro de Cultura de Paraguay apareció, como signo de construcción utópica, la idea de la Tierra sin Mal .

A continuación vamos a detenernos a considerar una experiencia que tiene que ver con el modelo 3: la cultura del Sector Cultura.

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La experiencia “ARPA”
(Asociación Regional de Integración Cultural
Argentina Paraguay)

Los discursos del Vice Ministro de Cultura mencionados fueron dados en el contexto del Seminario Anual de Gestión Cultural del cual tengo el honor de participar como docente junto a Héctor Ariel Olmos y Adolfo Colombres.
Esta experiencia complementa otras actividades encaradas por la Cancillería de mi país en las distintas instancias del MERCOSUR (que incluye educación y cultura) y por la Secretaría de Cultura de la Nación (Festival artístico de las Tres Fronteras, entre otras acciones).

La idea de ARPA fue motorizada por el ex Embajador argentino en Paraguay, Don Félix Córdova Moyano quien dialoga con los Secretarios de Cultura de las cuatro provincias argentinas que limitan con Paraguay: Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones quienes, junto con el Vice Ministerio de Paraguay, deciden fundar este excelente esquema de cooperación e integración cultural. La financiación está a cargo del CFI, Consejo Federal de Inversiones de Argentina.

En las fundamentaciones del proyecto realizadas por Adolfo Colombres se dice que “Por lo que se observa, y conforme se lo viene ya encarando en la región, los ejes de integración cultural serían dos: por un lado el tronco guaraní, cuya lengua y cultura mantiene allí una fuerte vigencia, y al que cabe añadir lo traído por la colonización jesuítica, conformando lo que se ha dado en llamar “tronco jesuítico-guaraní”; y por el otro el chaqueño, bastante relegado hasta la fecha, y que une al Paraguay, hacia el sur, con las provincias de Formosa y Chaco, y también con el norte de Santa Fe, el este de Salta y noreste de Santiago del Estero. Si bien la cultura guaraní sólo une de un modo estrecho a Paraguay con Corrientes y Misiones, mantiene también una fuerte influencia en el este de Formosa y Chaco, por lo que se presenta como el eje principal, y se podría decir que el horizonte cultural predominante de esta región”.
“El perfil que se le dará al Seminario será regional, con miras a formar a la gente que trabajaría luego en el diseño y ejecución de políticas y acciones dirigidas a la integración cultural con un sentido estratégico”.

No viene al caso transcribir el programa desarrollado durante el año 2005 pero sí aclarar que el mismo busca incorporar en el año próximo otras actividades tales como:


• Un Foro Regional de Cultura, para discutir lo que podría constituir un Plan Estratégico de Integración Cultural, a mediano plazo (cinco años) y largo plazo (diez años).
• Muestras de Cine y Video producidos en la región.
• Exposiciones itinerantes de Arte (pintura, escultura, instalaciones, técnicas mixtas, tapices, dibujo y lo mejor del arte popular e indígena) de la región.
• Realización de un Salón Regional de Artes Plásticas.
• La edición de una Biblioteca Clásica de la región (NEA y Paraguay), que incluya las obras literarias ya consagradas, y sobre todas las que muestren su identidad cultural de un modo claro.
• Un Congreso Regional de Escritores.
• Un Festival de Poesía de la Región, al que podrían invitarse a poetas de otras regiones, como un modo de intercambio.
• Un Festival Regional de Música Popular, donde se dé al arpa, como instrumento musical, un especial relieve.

También se considera la posibilidad de retomar el ya viejo proyecto de armar un Memorial del Nordeste Argentino, como elemento de integración y fortalecimiento de esta región argentina, pero tomada en su faz histórica, o sea, incluyendo a Santa Fe y Entre Ríos. Sería el mejor punto para gestar y articular la integración con Paraguay.

Del Seminario participaron 150 alumnos, 30 por cada jurisdicción participante. A su vez los mismos fueron seleccionados del interior de las provincias y de los distintos municipios de Paraguay.

A través del diálogo directo con los participantes pude apreciar cómo estaba siempre presente la idea de “ñande reko” y de “ñande región”. Y esa idea de la Tierra sin Mal que lo atraviesa todo.

Otra idea presente y aceptada es la de ser “parientes”, parientes culturales.

Pero lo interesante son los proyectos que se están gestando y que deberán defender en público en la evaluación final en marzo de 2006. Por supuesto que los objetivos de los mismos están puestos en el desarrollo de la región.
Así se está pensando la creación de una licenciatura de Gestión Cultural, la realización de un Banco de Datos, Bibliotecas y Pinacotecas así como el intercambio fluido de artistas de la región y, por supuesto, el rescate, puesta en valor y actualización creativa del patrimonio intangible

Quise compartir esta experiencia por su relevancia y porque nos está diciendo que no todo es conflictividad en las áreas de frontera. Que otras formas de encuentro y comunicación humana son posibles porque, además de los saberes intercambiados, hay otro tipo de diálogo cultural de fondo tan importante como el primero: el que se da a través de los bailes, los cantos, el humor, la alegría y el intercambio de “palabras alma” entre vecinos y parientes a la orilla del fogón, costumbre muy cara en el horizonte simbólico guaraní.

Tal vez la Tierra sin Mal sea, además de un lugar a llegar según dicen los ancestros, un motor a utilizar en la construcción de un mundo más justo y solidario.




Coloquio “Culturas Populares y Patrimonio Intangible en las
Fronteras Internacionales”
Monterrey (México) - 25 de Noviembre de 2005

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