miércoles, 20 de octubre de 2010

La ficción como fábrica de realidad- Josefina Ludmer





Revista ñ (Clarín), sábado 14 de agosto de 2010


“Aquí América latina”, el nuevo ensayo de la prestigiosa crítica Josefina Ludmer, abandona las categorías de la teoría literaria en busca de otras que le permitan pensar la realidad económica y social de los años 2000 en el continente. “La lengua tiene un valor económico estratégico. Los argentinos nos abandonamos, nos dejamos apropiar la lengua”, afirma.

Por: Daniel Molina

Josefina Ludmer lo hizo de nuevo. En Aquí América latina. Una especulación vuelve a sorprender. La aparición de cada uno de sus textos desorienta a sus lectores, los que, sin embargo, vuelven una y otra vez, fascinados, a su obra. Quizás esta fidelidad se deba a que no hay otra intelectual en nuestro país que, como ella, sea capaz de adentrarse en caminos que ningún otro ha imaginado. Su mirada jamás se somete a las líneas que trazan el sentido común de la academia ni a los imperativos de las modas teóricas. Su fundacional lectura sobre García Márquez (Cien años de soledad, una interpretación 1972), sentó el precedente: cada uno de sus libros iba a nacer polémico, incluso incomprendido, y un par de años más tarde se volvería canónico.

Cuando apareció Onetti. Los procesos de construcción del relato (1977), Ludmer formaba parte de la llamada “universidad de las catacumbas”, en la que se habían refugiado los intelectuales críticos que sobrevivían en el país durante la dictadura militar: dictaba cursos en su casa a los que concurrían muchos de los críticos y escritores que surgirían en la década siguiente. Con la instauración de la democracia, volvió a dictar sus seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fruto de esos años, es su investigación El género gauchesco. Un tratado sobre la patria (1988), un libro que releyó la tradición literaria argentina que había surgido dialogando con las guerras que construyeron la Nación. Desde los cielitos de Bartolomé Hidalgo hasta el Martín Fierro, los clásicos fueron interrogados por una lectura que no cesaba de ampliar el campo del debate cultural. Ludmer no se circunscribió a los textos del siglo XIX (como El matadero o el Fausto criollo), sino que confrontó el Borges cimarrón de “La fiesta del monstruo” con El Fiord, de Osvaldo Lamborghini para dar cuenta de la matriz violenta de la cultura argentina.

A comienzos de los 90 fue nombrada Full Professor en la Universidad de Yale (universidad de la cual, actualmente, es profesora emérita). Allí escribió El cuerpo del delito. Un manual (1999), en el que recorre siglo y medio de literatura nacional. El libro toma al delito como una especie de bisturí que le permite operar en el cuerpo de nuestra cultura.

En el año 2000 –ese año que, en el pasado, fue el emblema del futuro– dictó en el Centro Cultural Ricardo Rojas un curso sobre la temporalidad y la literatura producida en ese mismo momento en Buenos Aires. Así surgió Aquí América latina, una especulación, el libro más complejo que Ludmer ha escrito hasta la fecha. Su nuevo texto está dividido en dos partes, de las cuales la primera –titulada “Temporalidades”– apuesta a una escritura experimental, a un pensamiento que se basa en la imaginación y a una estructura muy libre, que fluctúa entre el ensayo y la ficción. La segunda parte –titulada “Territorios”– se parece más a un texto crítico tradicional (si se pudiera afirmar algo así de un libro suyo).

El lector es advertido desde la primera palabra que todas las categorías tradicionales de la crítica literaria (autor, obra, ficción, realidad, etcétera) han sido desechadas y que se trabaja con un sistema de lectura que pone de relieve los modos de fabricación de realidad en la imaginación pública, aquella que se produce anónima y colectivamente.

En esta entrevista, Ludmer habla sobre la forma en que la experiencia norteamericana influyó decisivamente sobre su visión de América latina. Desde ese “afuera” o “más allá” es que pudo reflexionar sobre el continente. Desde ese “más allá” vio la forma en que España se ha apropiado de la lengua común y la ha convertido en uno de los elementos básicos de su comercio internacional. Desde ese “afuera” piensa la cultura y el arte de América latina como un campo de debate, en el cual las voces importan por lo que dicen y por las cuestiones que plantean y no ya por expresar la subjetividad de tal o cual autor o condensarse en el estrecho marco de una obra particular. Desde ese “más allá”, Ludmer reconfigura nuestro “más acá”: traza un nuevo mapa de la literatura (y las artes) latinoamericanas.

-Una de las ideas centrales del libro es la desaparición de las dicotomías que se usaron durante mucho tiempo para pensar la crítica. Cada frase es a la vez teórica-ficcional-paródica-ensayística: términos que tradicionalmente se pensaron como antagónicos.

-Totalmente. La característica de la primera parte es la ambivalencia entre ficción y teoría. Por momentos se ve la parodia y por momentos es un ensayo. La segunda es más clásica.

-El libro comienza proponiendo “especular”. ¿Cómo funciona eso?

-”Especulación” es una palabra que tiene varios sentidos. Yo la uso por lo menos en tres. Como adjetivo que se relaciona con el espejo y sus imágenes. También uso “especular” como verbo: pensar y teorizar. Además, tiene que ver con calcular ganancias, como en la especulación financiera, por ejemplo. Me interesa que esta palabra tenga un sentido moral ambivalente. Además, la especulación es propia de un género que siempre me fascinó: la ficción especulativa, que se relaciona con la utopía y la ciencia ficción. La especulación es una especie de pensamiento, pero es aceptable porque no es pretensioso. Es un pensamiento bastardo, ficcionalizado, que procede por imágenes. La palabra “especulación”, con todos sus juegos, fue la que me guió en la escritura de este ensayo. La especulación inventa un mundo diferente del conocido; es un universo sin afuera, que es “realvirtual”.

-América latina se le impuso como tema en los Estados Unidos.

-Exacto. Para pensar América latina tuve que salir de la Argentina. Es lo que decía Marx de la Historia. Hay que estar en un estadio posterior o en un afuera para poder pensar eso. Mi reflexión sobre América latina es un producto de mi vida en los Estados Unidos.

-En los Estados Unidos vivió la experiencia del capitalismo en estado puro.

-En los Estados Unidos descubrí que allí el dinero es la única realidad. Todo lo que no es dinero es fantasía, es ficción. Lo único sólido, lo único que no se desintegra es el dinero. Lo que además es una paradoja, ya que el dinero es algo del orden ficcional. De ahí viene el uso que hago de la palabra “realidadficción”.

-El arte contemporáneo tiene como uno de sus centros de sentido la metáfora del dinero, justamente porque está más allá de la metáfora.

-Llegás a Estados Unidos y encendés la radio o la TV y lo único que oís es money: ¡dinero! Como esa canción que canta Liza Minnelli en Cabaret: Money, money, money, money. Eso es lo que existe: una ficción que es la única realidad. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos descubro la potencia del capitalismo. Ahí el capitalismo se realizó plenamente. Acá hay lugares en los que se sostiene –es increíble, pero se lo sostiene– que el dinero no importa. Allá, el dinero es lo único que importa.

-En ese contexto surge la idea de la especulación –económica y teórica– como herramienta para pensar.

-Ya no pienso más en las categorías “literarias” de autor y de obra. La imaginación, lo que llamo “la fabrica de realidad”, es lo fundamental. Tanto cuando pienso la literatura como cualquier otra cosa, lo que me interesa es la imaginación. La ficción ahora invade todo, por eso “leo” de todo: desde las series de TV al cine; incluso el periodismo, que trata casos que son más ficcionales que la propia ficción. Al mismo tiempo, esas ficciones son la realidad. Yo leo la literatura como realidad.

-El corpus literario que recorre su libro es muy amplio, fruto de su acceso a las bibliotecas norteamericanas. ¿Cómo va a hacer para leer desde ahora, sin tener esa posibilidad fantástica?

-Es un problema grave. Viviendo en Buenos Aires no tenés acceso a lo que pasa en toda la literatura en castellano. Es algo que hay que pensar. Creo que este aislamiento de cada país en su propia literatura es una barrera intelectual, epistemológica y política. Los autores que conocemos acá son decididos en España.

-Esa cuestión está muy desarrollada en su libro, pero es un tema que ni se debate en la Argentina.

-La lengua da ganancias. Buena parte de la economía actual se basa en producciones que tienen a la lengua como insumo principal. ¿Qué pasó en los años 90 para que España se volcara a esto y América latina se desentendiera totalmente? La lengua tiene un valor económico estratégico. Los argentinos nos abandonamos, nos dejamos apropiar la lengua. Lo que sucedió es que España se integró a la Unión Europea, es decir, a un capitalismo moderno.

-España siempre supo, desde Alfonso el Sabio, que la lengua es un asunto estratégico. Recién en el siglo XX, América latina logró competir. En los 20, Borges discutió con Guillermo de Torre cuando el ensayista español propuso que Madrid “fuera considerada la capital del castellano”. Ahora eso es impensable.

-En los Estados Unidos se percibió muy bien el giro que dio España en los 90 cuando se convierte en el centro exclusivo y excluyente del castellano. Es el momento en que España invierte sumas considerables en los departamentos universitarios dedicados a los Latin American Studies y aparece el Instituto Cervantes. Todo lo que se produce en castellano termina pasando por allí, y como ellos son los que financian todo eso acaban siendo los que deciden qué se estudia, qué se investiga, qué circula. En esa estrategia es fundamental el papel que juega Telefónica, ligada al Cervantes.

-Además de la estrategia española, también falta ahora un espíritu como el que tenían Darío o Borges, orgullosos de nuestra forma de escribir en castellano.

-Recuerdo que venía desde los Estados Unidos, donde todo esto se ve muy claro, y notaba que a nadie en el mundo cultural argentino le importaba en lo más mínimo. Lo que hoy se desea es ser editado en Barcelona y presentar el libro allá. La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona.

-La lengua es un recurso esencial, ya que es la base de la sociedad, del espectáculo y del mundo de la significación.

-Yo digo que es como el agua o el aire, uno de los recursos esenciales de nuestro presente y el más estratégico con vistas al futuro. Mientras los españoles ponen el acento en este tema y los Reyes van a todos los Congresos de la Lengua, en toda América latina ni siquiera se está pensando en esto. Hay alguna inversión privada en los medios, hay algunas iniciativas independientes y en una escala muy micro, pero el Estado está absolutamente ausente en este tema en el que ya hay abundante bibliografía.

-Si bien su libro tiene una impronta política muy crítica, por otro lado es un texto que juega todo el tiempo con lo ficcional, como si plantease que lo íntimo también es político y que la ficción es la forma en que eso se expresa.

-Trato de trabajar con fusiones. En todo el sentido de la palabra. Con-fusiones. Fusiono cosas disímiles, acerco temas que parecen alejados o antagónicos, desarmo oposiciones que creo que ya no funcionan más. Eso produce algo de confusión, es obvio. Cuando digo realvirtual, adentroafuera, públicoprivado, y otras fusiones semejantes en las que se reúnen términos que se pensaban como opuestos, es posible que la primera impresión sea de confusión. Eso no me molesta.

-Su parodia del “testimonio” académico es brutal. Las voces que aparecen en la primera parte son, a la vez, muy valiosas (incluso geniales, como lo que dice Héctor Libertella) y sumamente complejos de comprender e integrar a un sistema.

-Esos testimonios comienzan con una especie de emoticón, la palabra “felicidad” entre signos de admiración. Yo quería que ese emoticón diera cuenta de algo estereotipado. Cada uno de esos testimonios es un encuentro con escritores amigos. En el año 2000, mientras yo llevaba mi diario, les pedía que me dieran textos. Quería que tuvieran que ver con esa investigación sobre el tiempo que estaba haciendo. Pensar el tiempo es complicado porque es una materia insustancial, que se evapora, inasible. Esos textos surgieron de entrevistas. Son escrituras de otros incluidas en mi libro. A mí me pareció que al incluir estos textos de otros mi libro se abría a otras posibilidades.

-Pareciera que el libro toma el modelo de la escritura hipertextual del mundo virtual.

-Ya exploré en este mismo sentido en El cuerpo del delito. Acá quería dar un paso más allá al incluir la escritura de los otros a mi propia escritura. Incluso estoy yendo más hacia lo virtual, ya que estoy armando, con dos colaboradores, un sitio web, www.josefinaludmer.com, en el que habrá un archivo de todos mis artículos, una selección de entrevistas y también un blog. En el blog espero experimentar con otras escrituras críticas. El blog permite textos breves, impresiones. Si bien para algunos el formato blog ya está muerto, a mí me interesa para hacer esbozos, la idea de ese borrador que una no se atreve a publicar y en el que a veces hay cosas valiosas. También voy a poner cosas sobrantes. Por ejemplo, en el libro no hay bibliografía. El blog se va a abrir con la mención de los textos que leí para el libro, que son como veinte páginas.

-El arte actual es fruto del remixado, la copia, la colaboración y la posproducción. En la primacía de esta estructura tiene mucho que ver la experiencia de Internet y lo virtual. Creo que la crítica de arte está más cerca de este proceso que la literaria.

-Absolutamente. La crítica literaria es más conservadora, quizá porque la literatura es más conservadora. Lo es porque tiene el peso de la lengua. La lengua es, entre otras cosas, el reservorio de la tradición. Para este libro fue fundamental la lectura de la crítica de arte más que de la crítica literaria. La crítica de arte tiene una mirada que está más atenta a los nuevos procesos.

-En su libro lee un par de textos que podrían parangonarse con las experiencias más radicales de las artes visuales. Me refiero a “El árbol de Sausurre”, de Héctor Libertella y “La guerra de los mundos”, de César Aira.

-Ambos son textos que casi ni circularon. Completamente fuera del mercado. Más que de vanguardia, yo diría que son apuestas arriesgadas. A Aira lo califico como escritor conceptual, como se decía en los 60 “artista conceptual”. Cada libro suyo se organiza en torno a una idea. Pero no tienen nada que ver con la vanguardia, que ya no existe más, ni siquiera como concepto.

-Su lectura cruza textos que no se suele ver en el mismo espacio, por ejemplo, cuando confronta las lecturas que hacen José Pablo Feinmann y Jorge Asís.

-Es que los dos hablan de lo mismo. Es imposible no verlo. Posiblemente ellos se vean como antagónicos, pero sus libros dialogan. Por eso a mí me interesa circunscribirme a pensar cierto “campo” en el que hay voces que hablan de lo mismo. No me interesa pensar “autores”, sino esas voces en ese campo. Si uno lo piensa como campo descubre todo lo que está en juego allí.

-Esa obnubilación por el autor se refleja en el debate social, político y cultural. No se habla de políticas, por ejemplo, sino de la idiosincrasia de los políticos.


-No hay análisis político en la Argentina actual. Se habla de Kirchner o de Macri o de Lilita. Lo que hay que analizar son las fuerzas actuando. Las ideas, las propuestas, lo que se está haciendo en política. Eso no se hace: todo es anécdota y chisme. Es una mentalidad centrada en la persona, como en el siglo XIX. Es la idea de la figura, del genio, del maldito, etcétera. En cierta medida mi idea es borgeana: hay que pensar la historia de la cultura sin hablar de los nombres, sino verla como “una historia del espíritu” (para decirlo con esa metáfora idealista).

-Cuando dictó ese curso del 2000 en el Rojas le dije que con esas clases tenía material para un nuevo libro. Me respondió que ya no escribiría más. ¿Qué pasó para que esas investigaciones encontraran su texto?

-Siempre pienso que cada libro es el último, porque cada vez parto de cero. Ninguno se parece al anterior ni sigue el camino que el otro abrió. Debo confesar que este libro me dio mucho trabajo. Me costó encontrar la forma de esa primera parte. Cuando descubrí esa amalgama de ficción y ensayo pude escribirlo. De ahí que esa primera parte esté surcada por las voces de los otros y por mi propia voz en primera persona. La segunda parte sigue siendo crítica, y está bien, pero quería ver si podía ir más allá de eso y creo que es a lo que apuesto en la primera parte. Me interesó ver qué podía hacer yo en un más allá de la crítica.

http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/08/14/_-02207340.htm



Josefina Ludmer
Premio Konex 1994: Ensayo Literario

Profesora en Letras recibida en la Universidad Nacional de Rosario (1964). Entre las becas que ha obtenido se encuentran: Fellow of the Council of Humantties para estudios en Princeton University, 1981; Beca Postdoctoral otorgada por la Social Science Research Council, 1981; Beca Guggenheim, 1984-1985; Se ha destacado en el ámbito de la investigación y la docencia. Ha ejercido los siguientes cargos: Profesora Titular de Teoría Literaria II de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1984-1991.; Profesora Visitante de la Princeton University, EE. UU.; Profesora Visitante de la Harvard University, EE. UU.; Profesora Visitante de la Berkeley University, EE. UU. y Profesora de Literatura Latinoamericana de la Yale University desde 1991. Es Investigadora Principal del Conicet. Ha participado como jurado en premios internacionales de Literatura. Ha escrito una gran cantidad de ensayos y artículos. Entre sus trabajo publicados más destacados se encuentran: "Cien años de soledad, una interpretación" (1972); "Procesos de Construcción del Relato" (1977) y "El género gauchesco. Un tratado sobre la patria" (1988).



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sábado, 7 de agosto de 2010

Bajo el cielo nacido tras la lluvia- Jorge Teillier

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el oscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras un entierro.

O la luz de una casa hallada tras la colina
cuando ya no creíamos que no quedaba sino andar y andar.
O el espacio del silencio
entre mi voz y la voz de alguien
revelándome el verdadero nombre de las cosas
con sólo nombrarlas: "álamos", "tejados".
La distancia entre el tintineo del cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer
y el ruido de una puerta cerrándose tras una fiesta.
El espacio entre el ave herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa
sobre la cumbre de la loma barrida por el viento.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin sentido
sabiendo que no durarían nada,
cortar una rama de pino
para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
atrapar una plumilla de cardo
para detener la huida de toda una estación.

Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo derribado,
o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.
Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo,
pues siempre podremos reunir sus recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
encuentra guijarros para formar brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un día que no es ayer ni mañana,
mirando el cielo nacido tras la lluvia
y escuchando a lo lejos
un leve deslizarse de remos en el agua.





Jorge Teillier- Lautaro, Chile, 1935

viernes, 2 de julio de 2010

La Noticia- Sara Facio




Esta foto de Sara Facio, cuyo título no recuerdo, la tenía presente en mi memoria y la busqué pues refleja como pocas a aquel pueblo que se quedó huérfano

jueves, 1 de julio de 2010

Bajo las lentas nubes – Manuel J, Castilla- (fragmento)- 1




Qué pena tiene la muerte
Cuando de su calavera
Siente crecer en silencio
la flor de la primavera

1

Esta tierra es hermosa.
Crece sobre mis ojos como una abierta claridad asombrada.
La nombro con las cosas que voy amando y que me duelen:
Montañas pensativas, lunas que se alzan sobre el chaco
como una boca de horno de pan recién prendido,
yuchanes de leyenda
en donde duermen indios y ríos esplendentes,
gauchos envueltos en una gruesa cáscara de silencio
y bejucos volcando su azulina inocencia.
Todo eso quiero.
Y hablo de contrapuntos encrespados
y de lo que ellos paran virilmente sangrientos
cuando el vino en la muerte es un adiós morado.

Esta tierra es hermosa.
Déjenme que la alabe desbordado,
que la vaya cavando
de canto en canto turbio
y en semilla y semilla demorado.
Ocurre que me pasa que la pienso despacio
y que empieza a dolerme casi como un recuerdo,
y sin embargo triste, la festejo.
Mato los colibríes que la elogian
como quien apagara los pétalos del aire,
hondeo como un niño ángeles y campanas
y cuando así, dolido, la desnudo,
cuando así la lastimo,
me crece, ay, una lágrima en la que apenas si me reconozco.

Digo que me le entrego.
Digo que sin saber la voy amando
y en un perdón y en otro que le pido
digo que alegremente voy sangrando.



Poemas- Centro Editor de América Latina

miércoles, 30 de junio de 2010

Bajo las lentas nubes- Manuel J. Castilla (Fragmento)




15

Pienso en el chaco, ahora.
En esa adormecida planicie solitaria.
En ella, los crepúsculos
se van en una larga melancolía dorada
y el viento polvoriento como un caballo ciego
vaga en la leña muerta.

En el chaco los cielos
vuelcan pampas de nácar,
derrumban sus harinas de girasoles de oro
y sueltan sus manadas de corderos, levemente,
sobre sus osamentas de pescados.
Alguna vez mis ojos treparon por los gajos
tiesos y negros de los palosantos.
Una vez, lo recuerdo,
el corazón de ese árbol
se trepó por el fuego y por el humo
a mi oscura memoria y a mi olfato
como la savia más delgada del aire.
En ese olor el chaco florecía.
Por ese humo sonoro de fragancia,
por esa tierra que se hacía celeste
mi corazón era una garza volando en el crepúsculo.

Pero hay más.
Hay cementerios donde sólo hay dos muertos,
palos puestos a pique
cercando un sueño largo, lleno de hachazos.
En esas soledades, dulcemente quebrados yacen.
Uno los ve mirar desde su greda
por las vizcachas que les hurgan los ojos,
uno mira la pena de esos muertos
como amantes sorprendidos por un rayo besándose,
todo eso se ve sobre la tierra seca
y llora y llora y muere de su muerte
y de su sed y de su olvido.

También uno recuerda un ancho río y el paso de sus peces
y crece jubiloso por sus riberas verdes.
Entonces,
la soledad asienta su sombra silenciosa.
Todo eso se ve.
Ve desnudarse al indio, a los matacos,
bajar hasta la playa como dioses ardientes
llenos de hambre y América,
morenos de frescura como una tinaja.
El Pilcomayo les deja su espuma entre los dientes.

Después, más después,
uno los ve salir hermosos de las aguas.
Todos los peces penden de su cintura, agónicos.
Plata colgada,
plata que se mueve,
plata mojada y pura hecha pollera,
fleco dulce del agua,
lluvia de luna,
astro celeste a desmenuzado,
escama muerta,
pétalo de estrella que agoniza.
Todo eso ve un tarde
en las barrancas húmedas del Pilcomayo, en Salta.

Después, sobre el ocaso,
Dios se mete en el canto de los pájaros
y en los pájaros vuelve coronado de miedos
con todo el corazón asesinado,
y adiós, adiós a la planicie
y dame agua y adiós clamándole a la arena
hasta que todo, Dios y palosanto,
y ancoche en flor y sombra de matacos,
todo se queda quieto en el silencio
y adiós de leña muerta sobre el chaco.


Poemas (Antología)- Centro Editor

sábado, 26 de junio de 2010

Vivo en la memoria



Miguel Zavala Rodríguez. Asesinado en diciembre de 1976 por un comando parapolicial de la Dictadura. Es el cuarto de la tercera fila de derecha a izquierda, comenzando desde arriba.


Estás aún vivo en mi memoria.

sábado, 1 de mayo de 2010

Gabriela Laperrière de Coni


Gabriela de Laperrière de Coni nació en Burdeos en 1886. Descendiente de una familia noble, cursó estudios religiosos en su ciudad natal, desplazándose en su adolescencia a vivir con su familia en París. Poco sabemos de su vida antes de su llegada a la Argentina, apenas que se desempeñó como redactora de dos diarios parisinos y que contrajo matrimonio con un Sr. Menjou, con cuyo apellido ella firma algunos de sus trabajos lierarios. En el París de fin de siglo conoce al Dr. Emilio R. Coni, joven médico argentino que se encuentra en esa ciudad completando sus estudios. En Emilio Coni encuentra el compañero para los más fértiles años de su breve vida y se une a él saltando las prohibiciones de su clase. El interés científico de su marido en la higiene pública y la lucha contra las enfermedades transmisibles ayudó seguramente a ahondar sus difusas preocupaciones por la cuestión social. Su llegada al Buenos Aires del 900 le brindaría la oportunidad de registrar experiencias y vivencias que iban a transformar sus inquietudes, idealistas y humanitarias, en una definida militancia socialista-feminista. Las huellas de ese impacto se reflejan claramente en su obra literaria, que va paulatinamente abriendo camino a la obra testimonial de la activista comprometida. Si gracias a la primera podemos reconstruir algunos detalles de su esquiva biografía, la segunda nos permite componer un testimonio que da cuenta de las condiciones del conjunto de los trabajadores y, entre éstos, del grupo más explotado, integrado por mujeres y niños.
Aun en la parte de su obra considerada más literaria aparecen con fuerza los elementos testimoniales . En el año 1901 publica en París la Fleur de l’air subtitulada “Roman argentin” que describe la clase política desde la Revolución Radical del año 1890 en adelante; sus personajes son los principales actores del panorama político del momento, disimulados bajo nombres supuestos, aunque fácilmente identificables para sus contemporáneos y para los estudiosos del período. Constituye una novela autobiográfica, escrita en una clave accesible para el público culto.

Su producción literaria se completa con una serie de cuentos sobre niños, publicada en francés con el título de Ames d’enfants, en el año 1907. Posteriormente es traducido al español y editado en Buenos Aires bajo el título Alma de niño. Por último, debe consignarse la traducción al francés de la obra Painé y la dinastía de los zorros, de Estanislao Zeballos, editada en París en 1890.
Su obra política, doctrinaria y propagandística está estrechamente relacionada con su acción política y sindical, dispersa en diarios y revistas de la época, a la espera de que. algún día, sea recopilada y sacada a la luz. No conocemos exactamente la fecha de su llegada al país pero, seguramente, su actividad pública comienza con la agitación con la guerra con Chile, cuyo estallido en 1901 se consideraba inminente. Gabriela Coni viaja en ese momento con su esposo a un congreso médico que tiene lugar en Santiago de Chile. Cruza los Andes, contra los consejos médicos que la advertían del peligro que el viaje constituía para su dolencia cardíaca. Su objetivo es realizar una conferencia en el Teatro Municipal de la capital trasandina, en la que se dirige a las madres y esposas de los gobernantes, apelando a su condición de mujeres opuestas a la guerra. Repite poco después esa conferencia en Buenos Aires, en abril del mismo año, proponiendo ahora la creación de una organización denominada Liga Americana de Mujeres para la Paz y el Progreso. En esa conferencia se dirige a las mujeres diciendo:

“Si desgraciadas circunstancias acercaran mañana una guerra, tendríamos todos que pagar el mismo tributo; tributo que no se paga en oro sino en esta otra moneda mucho más preciada, acuñada a semejanza propia durante el lento trabajo de nuestras entrañas; moneda muy querida, cautelosamente guardada pues nos ha costado mucho y nos costará aún mucho, hasta que la muerte cierre nuestros ojos.”

En el año 1901 se inician también sus colaboraciones en La Vanguardia, periódico del Partido Socialista, en cuyas filas ingresa. Dirige su actuación a luchar por la promulgación de una ley que protege a las mujeres y los menores en las fábricas y a perseguir el cumplimiento de las escasas ordenanzas municipales existentes, las que regulaban tan sólo algunos aspectos edilicios y de higiene de los talleres y fábricas porteñas. En el año 1902 es nombrada inspectora ad honorem de fábricas y talleres de la Municipalidad de Buenos Aires. Como fruto de la experiencia obtenida en el desempeño de este cargo, redacta el Proyecto de Ley de Protección del trabajo de la mujeres y los niños en las fábricas, que constituye el antecedente directo de la ley 5.291, promulgada en el año 1907, por iniciativa de Alfredo L. Palacios, primer diputado socialista de América. Escribe diversos proyectos de propaganda y divulgación, entre ellos, La higiene en los lavaderos de Buenos Aires. Causas de la tuberculosis en la mujer y el niño obreros, Cocinas Populares, Higiene industrial – este último elaborado sobre sus inspecciones en las manufacturas de tabacos- A las obreras, y un importante número de artículos, comentarios, notas, tanto en órganos de prensa partidarios como en diarios y revistas de la más diversa índole, desde los Anales de la Sociedad Científica argentina hasta diferentes entregas del Almanaque Socialista. La prensa de la época también da noticias de un drama en cuatro actos titulado Triunfando, seguramente inédito, sobre la lucha de las obreras alpargateras de un establecimiento fabril de la ciudad de Buenos Aires. Por las fuentes de la época sabemos que fue puesto en escena en diversas organizaciones sindicales y femeninas – como parte de la acción solidaria con el conflicto – pero, hasta el momento, no se ha encontrado ejemplares del mismo.
Su contacto con las organizaciones obreras femeninas como la Unión Gremial femenina, diferentes sociedades obreras por oficio, modistas de la provincia de Córdoba o las alpargateras de Barracas, la vincula estrechamente a las luchas del movimiento obrero. Las trabajadoras de este último gremio la proponen como representante en las discusiones que llevan a cabo con los patrones, por la obtención de diferentes mejoras salariales y en las condiciones de trabajo. En el pensamiento de Gabriela Coni, como en en algunas corrientes dentro del pensamiento socialista, la defensa de la mujer como obrera y como madre se subordina a la defensa de la familia proletaria, y estas posiciones se van acentuando en sus últimos escritos. El trabajo de la mujer, que en algunos casos era un indicador del éxito alcanzado en la tarea de la emancipación femenina, bajo otro punto de vista constituía la causa del debilitamiento de sus reservas físicas, necesarias para el mantenimiento y reproducción de la familia obrera. Por otro lado, si el trabajo de la mujer era imprescindible para el mantenimiento de la familia, más que un símbolo de liberación, el hecho se interpretaba como síntoma de la insuficiencia del salario masculino y, finalmente, se consideraba como un elemento más de la opresión capitalista sobre la familia obrera.

….

Mientras desarrolla esta tarea sindical, Gabriela L. de Coni ocupaba también puestos relevantes en la estructura partidaria, llegando rápidamente a convertirse en miembro del Comité Ejecutivo del PS (…. ) Dato difícil de probar, la mitología partidaria la consigna como la primer mujer que habló en sus campañas electorales, habiendo contribuido al triunfo del Dr. Alfredo L. Palacios. Sin embargo, tal vez como fruto de su estrecho contacto con el medio obrero, Gabriela Coni comienza a encontrar insatisfactoria la lucha parlamentaria que constituye el eje de lucha del PS. Las páginas de La Vanguardia dan cuenta de la evolución de su pensamiento hacia las posiciones del sindicalismo revolucionario. En 1905 plantea públicamente las dudas que origina la estrategia partidaria, centrada en la lucha por la obtención de un mayor número de representantes en el Parlamento:

“Presentimos errores en nuestro partido, pero ¿cuales?... y un vago temor se apodera del que piensa (…). Para el proletariado, la lucha parlamentaria tan cortés, tan burguesa, tan desigual como número, tan desalentadora como resultado, la impulsa llevar a otro terreno su lucha de clase.”
Este proceso de crítica interna, culmina en el Congreso de Junín, en el que invita a los simpatizantes sindicalistas a hacer ‘rancho aparte’. Gabriela L. de Coni encabeza el grupo de las fraccionistas junto con otras destacadas figuras partidarias. Comienza a colaborar en el periódico La acción sindicalista, órgano de esta tendencia, y continúa colaborando en las diversas acciones obreras del período. Muere en enero de 1907 a los 41 años de edad.
Como con tantas otras mujeres, deberá algún día hacerse justicia con Gabriela de Laperriére de Coni. Doble justicia, una referida al reconocimiento de su vida y su obra, cuando ambas formen parte del país en el que tanto luchó. Otra, más sustantiva, cuando efectivamente se alcancen los objetivos a los que dedicó toda su vida y hombres y mujeres vivan en una sociedad más justa.


Extracto tomado de la Revista Fem, vol. VI No 21- México que tiene como referencia a Gabriela Coni y sus ficciones precursoras. Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires 1965

sábado, 17 de abril de 2010

sábado, 27 de marzo de 2010

sábado, 27 de febrero de 2010

Espejo de cuerpo entero- Magnetismo y revelación en la poética de Juan Crisóstomo Lafinur





Es Lafinur un personaje al que, como las antiguas ciudades árabes, se puede abordar por numerosas puertas: las más visibles de ellas son la filosofía, la música y la poesía. Mucho creo se habrá hablado ya en estos encuentros de sus ideas flosóficas, de esas teorías sobre el sensualismo que tanto escándalo provocaran en su época y que le valieron el exilio y la muerte en tierra extranjera con sólo veintisiete años. Sabemos también de su talento para la música. Era un apasionado intérprete de Haydn y Mozart y dicen que al sentarse al piano su concentración era tal que podían tocarlo sin que él diera la menor señal de haberse apercibido. Fue el autor de la letra y la música del Himno Nacional de Chile, ya que, a su entender, era de muy poca calidad el de ese país. Se estrenó allí, pero luego temió herir el amor propio del autor y, en un gesto que lo honra, la retiró de circulación a pesar del éxito con que fue recibida.
Sus inquietudes lo llevaron al teatro e integró aquella “Sociedad del Buen Gusto” en la que con tanto ardor participó, llegando hasta a representar algunas obras con la complicidad de su amigo Morante, el actor por excelencia del momento. Lo vemos aquí como autor de la música de la tragedia Túpac Amaru, interpretada por el citado actor, y del primer melodrama argentino, Clarisa y Betsy, llevada a escena también con Morante. Es conocida igualmente su participación en el periodismo que lo llevó a escribir en los periódicos de la época e incluso a fundar algunos, como “El Curioso” o “El verdadero amigo del país”, en Mendoza. Parece impensable en fin que, a una edad en que el ser humano empieza a despertar del sueño de la adolescencia, nuestro personaje ya hubiera cumplido tantas hazañas, entre las cuales la de ser soldado no fue empeño menor.
En todo dejó su impronta, la huella de su vehemente desempeño. Sin embargo, yo quiero aquí traerlo ante ustedes como un poeta, del cual el mismo Borges se mostrara admirador. Homenajearlo como al autor de aquel “Soneto a una Rosa”. que su descendiente recitara ante esta escritora que se estremeció de vergüenza de poco y nada saber sobre su autor, a pesar de ser su coterránea.
Al soñar su República ideal, Platón destierra de ella a los poetas, mentirosos que incitan al placer y al dolor en detrimento de las leyes y de la razón, aunque reconoce que Homero y los otros poetas trágicos han formado a Grecia y que leyéndolos se aprende a gobernar y dirigir bien los asuntos humanos. Antiguos poetas satíricos habían llamado por su parte, a la filosofía, “esa perra colérica que aúlla contra su señora, y al filósofo “el gran hombre que brilla en un círculo de locos”. Carlos V también les teme a los poetas y en 1513 prohíbe la lectura a indios y españoles, así como la impresión y entrada en Nueva España de libros “profanos y fabulosos”, ya que de su lectura surgen muchos inconvenientes. Menos precavido, el gobierno de San Luis no sólo exalta a sus poetas sino que convoca a otros intelectuales, a otros miembros de la “intelligentsia”, para exaltar a uno de ellos.
La afición de Lafinur por la poesía comienza desde muy temprano. Manuel Mujica Lainez, en el prólogo a los poemas de Juan Cruz Varela, nos cuenta de aquellos primeros años en que esos dos íntimos amigos y condiscípulos en el Colegio de Monserrat, pasaban su tiempo ocioso en componer rimas. “En la Biblioteca del Congreso- dice Mujica Láinez ,se conserva un libro precioso que ilumina con luz de farola pintoresca el relato de su vida en este período. Es un volumen encuadernado en rojo, cedido a Juan María Gutiérrez por el presbítero Pedro Claes, alemán, en Buenos Aires, 1939, en el cual Varela coleccionó prolijamente sus poesías primeras. Lo he tenido en mis manos, lo he hojeado, he leído gran parte de sus trescientas páginas amarillas y aseguro que el contacto físico con el cantor adolescente, por virtud de su pulcra caligrafía, emociona a más de una siglo de distancia”. Quien les habla también tuvo acceso al original y pasó copiándolo a mano toda una mañana. Como el prologuista, encontró allí de todo. Desde la nota grave y protocolar, o aquella que produjo los versos que a este título siguen: “Habiendo visto el autor en un plato de comida un insecto inmundo, hizo la siguiente presentación a la cocinera del Colegio, llamada comúnmente con el nombre de China” o aquella que originó la polémica poética entre él y su amigo Lafinur, en torno de una guitarra. Escuchemos un fragmento, el que Lafinur responde a Varela y que se titula "Instancia de Lafinur, dirigida al autor", y que hice constar en mi novela:

Cabeza descomunal
Del guerrero de la Mancha,
En la traza parecido
A su amigo Sancho Panza;
Regidor de san Andrés
De los mozos de esa casa:
Que me veo en la precisión,
Que aunque triste y desgraciada,
De vengar esos insultos
Con que, en tu entender, me ultrajas;
Pero no pienses que tomo
Esta ocupación que es tarda
Porque siento tus agravios
Que no me ofenden en nada;
Sino por hacerte ver
Que tu acción es tan escasa
En mis obras, que aun honores
Por ser tuyos no me agradan.
Por un instinto animal
Sin otro móvil te arrastras
A emprender la obra gentil
De defender la guitarra,
Porque un hombre conocido
De indisposición innata para la música, es claro
Que su voto nada valga,
Pues la misma sensación
Te hará una misma sonata
Que el chillido de los Búhos,
Y los lloros de las ranas.

Y aquí la “Contestación del autor a Lafinur”, que nos muestra el tenor de estas chanzas juveniles:

Espejo de cuerpo entero,
murmurador de guitarras,
Maestro Lafinur, y basta
porque tu nombre es complejo
de imperfecciones y faltas
……
Sin embargo quiero ser
defensor de una guitarra
que por lo mismo que a ti
de ningún modo te agrada,
prudentemente he juzgado
que no debe ser tan mala
porque te parió tu Madre
de condición tan malvada
que los que es bueno desprecias,
y lo que es pésimo alabas.

La denominación “espejo de cuerpo entero” le fue puesta por Varela en alusión a la sotana brillosa por el uso que Lafinur llevaba en el Monserrat.
“Toda su adolescencia- nos dice Mujica de Varela, y esto se extiende por añadidura a Juan Crisóstomo, conoció por límites la enrejadas aulas universitarias, las calles y los caserones provincianos y el cielo azul de Córdoba. Son cinco o seis años de obligado encierro, en los cuales su ingenio se aguza y su sabiduría se nutre.” En mi novela trato de recrear este clima que bien puede llenar las páginas de una novela picaresca. Dice también Mujica Láinez de Juan Cruz Varela que “más que un fervoroso seminarista se nos presenta en la facha de un estuadiante quevedesco, que ocupaba sus días en escabullir el hambre y en escribir décimas de intencionada gracia.” Mencionamos ya la amistad y el carácter de condiscípulos de Varela y Lafinur, por lo que el destino de ambos estaba estrechamente unido. Es que estos dos personajes, a pesar de las pobrezas o tal vez a causa de ella y de los ardides para conseguir comida y realizar sus furtivas escapadas, desarrollaron ese sentido del humor que luego tanto les serviría para sus sátiras políticas. Ese jaraneo rimador sobre los aspectos más sórdidos de su vida de colegiales, será un entrenamiento que les permitirá después destacarse en las sátiras polìricas cuando ambos eran en Buenos Aires dos personajes que alternaban con lo más granado de la sociedad. El mismo tono zumbón tiene la respuesta a la carta del Padere Castañeda, ésa que se burla de nuestro poeta con aquellos versos:
Lafinura del siglo diecinueve
es la finura del mejor quibebe
Y a las que él contesta en un tono que nada tiene que envidiar a esta obra maestra del género :
Entre todos los cuerdos despreciado
Entre todos los locos conocido:
por su hiel entre víboras querido
y entre predicadores sonrojado…

Si bien Juan W. Gez señala a Varela la autoría de esta pieza, en otras fuentes he encontrado que fue el mismo Lafinur quien la compuso:

Su paso por la cátedra dejó, como todo las actividades en las que participó, una huella imborrable: “Enseñar – decía Montaigne- no es llenar un vacío sino encender un fuego”. Y yo me aventuro a arriesgar que este entusiasmo por la filosofía, este amor por las Teorías del sensualismo fue producto no sólo de un personaje apasionado por los cambios históricos y por los nuevos vientos filosóficos, sino de los de alguien que había ahondado en el lenguaje tanto como en el entorno de su época. En mi novela cuento cómo de niño fue iniciado en la poesía y la música por su abuela y su madre respectivamente. Por algo una de las materias a las que daba importancia en su Curso Filosófico fue la Gramática, pues para la reflexión, decía, era indispensable el saber cómo nuestras ideas se forman en la mente.
Lafinur no pudo desarrollar lo que era su vocación más acendrada – la poesía - y por la que tal vez le hubiera gustado pasar a la posteridad, ya que los avatares del momento y la brevedad de su vida se lo impidieron. Sabemos que íntimamente ligada al lenguaje, está la poesía, como revelación del lenguaje mismo a través del cual se devela un mundo entero. Por medio de ella se percibe lo más profundo de la existencia, los lazos que unen y vinculan al hombre con el mundo y con lo oculto en él, "Solo los poetas fundan lo que perdura, el poeta es un legislador. Aquel que establece en el lenguaje unos fundamentos de la realidad, aquel a través del cual se manifiesta en el lenguaje lo divino del mundo", dice Heidegger. Con Juan Cruz Varela fue formado en los cánones de la poesía clásica y, si bien aquél continuó fiel a ellos durante toda su vida, vemos en Juan Crisóstomo Lafinur ciertos rasgos que lo aproximan a lo que luego sería la poesía romántica. Podríamos ubicarlo en un neorromanticismo, el movimiento que sirvió de transición entre el neoclasicismo del siglo XVIII y el romanticismo del siglo XIX en Europa. Se distinguen los neorrománticos de sus contemporáneos por ciertos rasgos que anuncian la época moderna, bien que sigan siendo clásicos en muchos aspectos. A la razón que domina hasta entonces, prefieren el sentimiento y el sentimentalismo y frecuentemente se dejan llevar por la melancolía. Aspiran a la libertad y se rebelan contra las leyes del neoclasicismo, representativo de lo rígido, de lo reglado, de lo cerebral. Se caracterizan también por el olvido y desprecio de la mitología clásica, por una afición a lo nebuloso y a lo fúnebre, la combinación de lo alegre y de lo triste, etc.
Composiciones de nuestro poeta como “ Amor”, “Ella en el baño”, “A una Rosa”, tienen esa carga de sentimiento que acabo de señalar. Son poesías amatorias, tan típicas de los poetas románticos.
Escuchemos su poema “Amor” :
Es llorar y gozar: rabia y ternura;
Delirio que a prudencia se parece:
Una hoguera encendida que más crece
Mientras más se resiste a la bravura.
Un amante es enfermo que no cura,
Pero con sus mismas llagas se envanece:
La soledad le agrada y le entristece:
El tiempo es corto y largo, tarda y dura.
Se halla solo en la estancia concurrida:
Si se le habla responde fastidiado:
No hay cosa que no vea parecida
Al objeto que causa su cuidado.
¿Qué es amor, se pregunta? Yo concluyo:
Vivir un alma un cuerpo que no es suyo

Vemos aquí la carga melancólica, si bien está vertida en los moldes clásicos del Soneto; los contrastes que señalé anteriormente. Pero lo que es aún más característico de los poetas románticos es la búsqueda de la libertad, el inconformismo, que caracterizó a Lafinur hasta el final de su vida. Tampoco es un dato de menor importancia la amistad de éste con Juan Gualberto Godoy, aquel poeta popular que componía décimas que él mismo pendoleaba a sus paisanos en su pulpería allá en Mendoza. Tal vez aquel acercamiento haya influido de alguna manera en Lafinur.
"...Por veces he pensado (a la luz de una experiencia extrictamente impersonal) – nos dice Antonio Esteban Agüero -que "Vivir en poesía es algo semejante a transitar la vida con pasos de equilibrista, como el insecto que repta sobre el hilo de una afilada navaja, como el montañista que asciende hacia la búsqueda de una cumbre lejana, sobre un angosto cordón rocoso, flanqueado por una infinita muralla y un infinito abismo. No tiene escapatoria posible. Desde el nacimiento le fue dada la opción: o esto o lo otro, y nada más entre ambos polos. Lágrimas negras le manaron los ojos, sangre, todo el dolor y la angustia, y también - ¿por qué no?- la plenitud de una alegría pánica. De repente, por instantes, se vuelve el iluminado, y de pronto, por minutos, se transforma en el oscurecido. No entiende nada, no razona ni intuye. Se parece a un niño que portase en los bolsillos de la casaca, en contacto con su piel, semillas de plantas nunca vistas por ojos humanos. O como el vagabundo ( a quien aqueja una torpeza innata) que porta en el cuenco de sus manos una minúscula bomba nuclear, con los detonadores colocados y listos, pero que desconoce el terrible poder que conduce, e ignora cómo ese poder puede desatarse.” Juan Crisóstomo Lafinur supo de ese “Vivir en poesía”, de la soledad, del odio por la vida rutinaria y banal.
He traído ante ustedes a un poeta, a nuestro poeta puntano por excelencia. Si bien Borges fue el descendiente sanguíneo de Lafinur, y lo fue también en la vocación por las letras y el conocimiento, Antonio Esteban Agüero nos impresiona como el otro descendiente que tuvo nuestro prócer. He pensado que tal vez le cupiera a él terminar la obra de poeta que Lafinur dejó esbozada. Agüero, que nació en un ámbito similar al de La Carolina, en la Villa de Merlo, bajo el amparo de la mole violácea de las sierras y cuya obra está tan marcada por lo bucólico, como poeta Virgiliano que era.
Como el indio yacente que ponía
la oreja en tierra para oír caballos
galopantes y ariscos a lo lejos,
y acertaba su número y sus pasos,
y su rumbo también, yo me reclino
en la dura colina, sobre el pasto,
para oír los arroyos cuyas voces
hacen vibrar este país serrano.
¿Por qué no creer que entre esas voces que el poeta escuchaba reclinado sobre el pasto se hubiera también oído la de su precursor, nacido a la orilla de uno de ellos y se hubiera propuesto, allá en lo más oscuro del ser, donde se fabrican los sueños, seguir ese destino de poeta comarcano que a Lafinur le fuera negada? Sabemos que en la literatura hay íntimas conexiones, lazos subterráneos que los poetas reciben sin saberlo. Así lo explica el mismo Agüero en su poema Prólogo:

Yo no soy Yo sino Aquél que llega
a posarse en mi hombro, y a decirme,
junto al oído las extrañas voces
que se susurran a través del cosmos.

Voces de Dios y del Demonio, voces,
donde el ángel combate en el Infierno
por vencer al azufre incandescente
y a plutonio y al cobalto juntos.

Yo no soy sino Aquél que dicta
a mi ardiente corazón moderno
todas las letras de un idioma antiguo,

Perdido hace mucho y sepultado
bajo arena total y cruel ceniza,
pero parlado por mi boca sabia.

Ya Roland Barthes señalaba: “la posibilidad de analizar la escritura literaria como un diálogo de otras escrituras en el interior de una escritura.”
Pero no todo fue en Agüero materia inconsciente. Me atrevo a afirmar que, poeta de una vastísima cultura, la poesía de su ilustre comprovinciano no pasó para él desapercibida. Lo vemos a través de toda su obra, en especial en los primeros poemas. Ya dije que Agüero era un poeta virgiliano. Lo prueba su amor por la comarca y muchos otros motivos que hallamos en su poesía. Sólo para dar un ejemplo diré que en la poesía grecolatina se documenta frecuentemente el motivo del nombre. Los enamorados aman escribir el nombre de sus amadas. En la corteza de los árboles, sobre la playa, etc. Tal vez porque la escritura del nombre parece garantizar el control sobre el ser nombrado. Como dijo Jorge Luis Borges en su poema “El Golem” el nombre comparte la esencia del objeto nombrado:
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Es probable que Borges también recordara, al componer estos versos, aquella rosa de su antepasado. En las Églogas de Virgilio, Cornelio Galo, un poeta de su amistad, decide retirarse a la Arcadia para quejarse ante una naturaleza solitaria de la iniquidad de su amada. En ese entorno bucólico, Galo decide escribir su amor sobre los árboles:
He resuelto que quiero sufrir en el bosque y entre guaridas de
alimañas
e inscribir mis penas de amor sobre tiernos árboles.
Crecerán ellos: creceréis vosotras, penas de amor.

En la Cantata de los sauces, Agüero dice:

Bajo los sauces fue. La luz ardía.
Ella de pronto se sentó a mi lado,
joven y verde como el mismo día,
y yo supe el tamaño que medía
la boca suya y su dulzor mojado.

Pero nunca grabamos iniciales
como los novios del amor tranquilo
que celebran después los esponsales
y trasponen unidos los umbrales
del nuevo hogar, sin conocer a Esquilo.

He aquí entonces a nuestros dos poetas hermanados en la común tradición de Virgilio. Aun cuando Lafinur no compusiera un poema de este tenor, sabemos de su conocimiento del poeta latino y la admiración que él y su amigo Juan Cruz le profesaban. Guiterrez dice que Varela se paseaba por los corredores del Monserrat con su Virgilio bajo el brazo.
Pero encontramos en ambos otros motivos en común. Desafortunadamente, la
composición de Lafinur “Ella en el baño” se me extravió y no podré leérselas. Tal vez Aguero la conociera, probablemente le hubiera servido de inspiración. Escuchemos su poema “El baño”, en que se deleita con la descripción sensual del cuerpo de una mujer:

Abrió la ducha y con la lluvia helada
todo el cuerpo le fue manifestado,
un nuevo dios, un dios extraño, el cuerpo,
revelando sus frutas y sus flores.

Adelante un espejo enamorado
repetía sus piernas, su figura,
y el pubis del amor donde yacía
alguna mariposa fatigada.

Y fue agua, y fue espuma, espuma y agua
y olor a pinos y lavanda verde,
del talón a la frente pensativa.

Y entonces ella comprendió la escena
descubierta en sus libros escolares:
Venus naciendo de un concha rosa...


En la teoría del sensualismo, de la cual Lafinur fue un apasionado apóstol, el cuerpo, en vez de ser un pobre reflejo del alma, algo que el hombre tenía que suprimir o ser olvidado, ahora llegó a reclamar un lugar absolutamente clave en la existencia humana. El hombre se definía no exclusivamente como un ser espiritual sino también como un ser corporal. Se veía, se tocaba, se observaba. Es decir, comenzaba a descubrir la importancia de sus propios sentidos en sus deseo de comprender el mundo en que vivía. Ya no servía la autoridad escolástica como única manera de interpretar aquél. Agüero demuestra conocer y adherir a estas teorías, que vemos aplicadas en toda su obra, a ese sentimiento pánico del mundo y de la vida, y que aquí explicita con estas imágenes: “un nuevo dios extraño, el cuerpo,” y que aprece también en otra de sus composiciones:
Siento que el mundo es obra de mis sanos sentidos
mundo de luz, de sombra, de olores y sonidos

Otro motivo, y no menos importante, es el tema de la rosa. La de Lafinur ya la conocemos, pero quiero traerla de nuevo ante ustedes:

Señora de la selva, augusta rosa,
orgullo de septiembre, honor del prado,
que no te despedace el cierzo osado
ni marchite la helada rigurosa.

Goza más: a las manos de mi hermosa
pasa tu tronco; y luego el agraciado
cabello adorna, y el color rosado,
al ver su rostro, aumenta vergonzosa.

Recógeme estas lágrimas que lloro
en tu nevado seno, y si te toca
a los labios llegar de la que adoro,

también mi llanto hacia su dulce boca
correrá, probarálo y dirá luego:
esta rosa está abierta a puro fuego.

El poeta comulga con la rosa a través de los labios de su amada. Estas referencias a flores concretas y a olores concretos indican una dirección de los sentidos a una realidad percibida. La íntima relación que establece el poeta entre su tacto, su vista, su gusto, su oído -es decir, sus sentidos- y su arte poético revelan la presencia del sensualismo lockiano. Pero también ese llegar de la rosa a los labios de la amada nos evoca el acto de comulgar.
En “El Soneto del Misterio Eucarístico de Agüero” se realiza la misma comunión hasta llegar a lo pagano si lo entendemos en términos estrictamente ortodoxos. Escuchémoslo:


Si alguna vez yo comulgar quisiera
Lo haría con pétalo de rosa,
Porque trae en su lámina sedosa
El monograma de la primavera.

Ella sí que parece verdadera
Santa carne de Dios, maravillosa,
Como la nieve casta y olorosa
Y no la hogaza de color de cera.

Yo abriría los labios, lentamente,
Como el niño que espera que un maduro
Fruto le venga a su deseo ardiente.
Y gustando ese pétalo brillante
Yo sentiría que una luz fragante
Se abre en mi ser y me lo torna puro.


Una vez más la necesidad de abrirse a la experiencia de los sentidos para creer: “Ella sí que parece verdadera”. Pero podemos también pensar que el poeta no reniega del Creador sino que lo admira y venera en su creación. Si nos remitimos al punto de vista simbólico, se habla de la Rosa como una copa o cáliz, en definitiva un receptáculo destinado a recibir las influencias celestes. Y no nos olvidemos de aquel Rosa Mística con que se denomina a María, de donde proviene Rosario, la oración por excelencia del cristianismo.
Agüero coincide con Lafinur también en su preocupación por los grandes temas históricos. Si Lafinur escribe su “Oda a Belgrano”, no podemos dejar de recordar la “Oda a un héroe civil de Agüero”, dedicada a Sarmiento y el tema épico en “El llamado” que, como sabemos, relata la gesta de San Martín para liberar a Chile, emparentada con la “Oda a la libertad de Lima”, de Lafinur. Y aquel “Digo las Guitarras” de Agüero ¿no será acaso una respuesta a la polémica juvenil de su precursor? ¿No habrá querido también él terciar en la disputa, ya con mayor madurez y a la luz de lo que el contacto con su pueblo le fue revelando? Recordemos que Juan Cruz Varela llama a Lafinur “murmurador de guitarras”.
Vimos cómo Agüero compara al poeta con“el montañista que asciende hacia la búsqueda de una cumbre lejana, sobre un angosto cordón rocoso, flanqueado por una infinita muralla y un infinito abismo.” Estas palabras nos remiten por analogía a aquel cruce de la cordillera que realizó Lafinur en pos del exilio, en el que concretó un símbolo más de su condición de poeta. Lo vemos cruzar las cumbres heladas como hacia el territorio inalcanzable de la poesía que se le escapará quizás para siempre cuando llegue a Chile y deba aplicarse a lo que todo hombre normal aspira: un empleo, una familia. Entonces el poeta cae y su destino se rompe en ese contraste entre sus sueños y la amenazante rutina.
Sabemos que Eulogia Nieto, la mujer que Lafinur desposó en Chile, lo sobrevivió hasta una edad avanzada. Y me animo a pensar entonces que fue el mismo Lafinur quien, una de esas noches en que Agüero se desvelaba sobre el papel en blanco, dictó al otro corazón ardiente de poeta, a su hermano en la poesía y en el terruño, aquellos versos que no pudo dejarle a su amada para cuando llegara a la ancianidad. Lo transcribi aquí para ustedes.

ANCIANA Y ROSA

Tal vez alguna tarde, como ésta, de verano,
te ha de hallar viejecita, menuda y arrugada,
cuando el jardín recorras buscando la nevada
y más reciente rosa para adorno del piano...

El peso de la rosa fatigará tu mano,
y el olor de una rosa, como una delicada
voz pequeña, te hablará de la dicha pasada,
de mis ojos ausentes, de mi nombre lejano.

Con la rosa en los dedos irás entre la brisa
encorvada y soñando: el sol antiguo y bello
será sobre las ramas como un pájaro hermoso...

Y acaso tú sonrías con tu ajada sonrisa,
Y acaso tú levantes las manos a tu cuello
por ahogar un suspiro, por vencer un sollozo.

Este poema podría haber sido el epílogo perfecto de mi novela. Porque no puedo sino imaginarme a esa anciana como Eulogia, recogiendo en el jardín la rosa para el piano de su amado Lafinur, que partiera hace ya tiempo y llevándose luego la mano al cuello “por ahogar un suspiro, por vencer un sollozo”.
Para finalizar quisiera volver sobre aquel epíteto de burla: “espejo de cuerpo entero”, con que cariñosamente llamaba a Lafinur su amigo Varela. El parentesco del espejo con el agua es de todos conocido. El chileno Vicente Huidobro nos lo recuerda en uno de sus poemas:
Mi espejo, corriente por las noches
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.

Y no puedo dejar de asociarlo con aquel “Romance del niño del agua”, de Aguero, donde el arroyo es, para el niño que se asoma a él, un espejo, espejo de cuerpo entero, que “tiene nubes, tiene estrellas,/ nogales y juncos finos”. El niño repite el destino de Narciso, otro tema clásico, y se ahoga en el arroyo. Entonces pienso que, así como Juan Crisóstomo Lafinur es ahora para nosotros “un espejo de cuerpo entero” en donde todos deberíamos mirarnos, Aguero, con su temprana imaginación y su sentir alucinado, se vio reflejado allí, en ese niño que detrás del espejo, como él mismo lo dijo: “me habla si yo le hablo/ y mira si yo le miro”. Ese Lafinur niño que vivió en La Carolina hasta los nueve años, y que seguramente tenía la “frente de lisa luna, los ojos color jacinto”. Y fue su misma madre, la madre de Aguero quien besó, como la del poema, las sienes de su hijo, esas sienes por donde subía "la marea de un delirio" que lo llevó a querer asumir, él también, ese mismo destino de poeta que el otro, su antepasado, le señalaba.

la fuente secreta: Paciencia

la fuente secreta: Paciencia

viernes, 19 de febrero de 2010

Leda Valladares y Paulina Movsichoff




En la foto de arriba: Nicandro Pereyra, Paulina Movsichoff y Leda Valladares en la presentación de "Temblor que se pornuncia", de Paulina Movsichoff, en Bs.As.,1977.

En la foto de abajo: Paulina Movsichoff y Leda Valladares en la presentación de la Antología del Cancionero Tradicional Argentino: "A la sombra de un verde limón". Bs.As-,1984

jueves, 28 de enero de 2010

Nostalgia- Enrique Menoyo

Tienes nostalgia de aquel pueblo
calcado por los ojos, por la infancia.
De sus calles, de sus veredas con naranjos,
de su plaza secreta, enamorada.
Nostalgia de sus días y de sus noches,
jubilosos de sol, altas de estrellas.
Y no puedes volver. Arduo es el tiempo
que intercala
su adiós y su ceniza.

Definiciones- Editorial Alarcón

El vapor de los trenes- Hamlet Lima Quintana




Recuerdo que los trenes pasaban a la noche
y la máquina pitaba tres veces como anuncio
de su pasaje por la estación, y como una nebulosa,
pitaban a lo lejos después, no sé en qué despedida.
Siempre los trenes a vapor impresionaban
cuando pasaban a la noche como duendes,
como fantasmas porque uno no los veía,
tan sólo los escuchaba imaginando viajes,
pasajero del humo que se deshilachaba luego
y entonces uno se bajaba y se subía al humo nuevo.
Si me preguntan a qué lugar se han ido a descansar
los trenes que por la noche jadeaban su vapor,
les diría que están vivos, nocturnamente vivos,
y recorren las vías que están adentro mío
pitando y anunciando su llegada,
nunca su despedida como lo hacían afuera
porque yo también estoy vivo y llevo pasajeros
por las infinitas vías de mis pensamientos.
Antología de la poesía latinoamericana- Paulina Movsichoff

Agosto de 1945- Jorge Teillier




El día en que Hiroshima y Nagasaki ardían
yo veía feliz a medio mundo,
porque los Aliados habían vencido
y al fin se terminaba la guerra,
y terminarían todas las guerras.
Yo pensaba en la Bomba como en un gran fuego de artificio
En la plaza el Año Nuevo,
y mientras aceras de asfalto derretido
arrastraban a miles de seres,
yo miraba jugar al escondite a las niñas vecinas
y esperaba que me llamaran a sentarme a la mesa.

Los girasoles relucían y caracoles despreocupados trazaban
sus senderos pateados en el jardín,
mientras en la tierra del sol naciente
monstruosas plantas retorcidas crecían
y nacían larvas sin nombre.
Aquí hermosas muchachas peinaban largas trenzas,
mientras allá millares de mujeres quedaban sin cabello.
Caía el telón sobre otro día
y yo miraba ávidamente al mundo
cerrado para siempre a los ojos de tantos niños.
Aún no se usaba la palabra radioactividad.
Y yo a los diez años sabía que todo estaba bien:
era el fin de las guerras y triunfaban los buenos.
Todo el mundo estaba feliz y se preparaba el desfile de la Victoria,
cuando al otro lado de nuestro otoño
Hiroshima y Nagasaki ardían.


JORGE TEILLIER. Nació en Lautaro, Chile en 1935. Su obra poética comprende: Para ángeles y gorriones, El árbol de la memoria, Poemas del país de nunca jamás, Los trenes de la noche.

jueves, 21 de enero de 2010

Cuando iba a la escuela- Francisco Amighetti



Cuando iba a la escuela
me aprendí de memoria las casas del suburbio
con su ropa tendida de colores
y, probablemente fueron mis primeros dibujos
las casas con sus caras sucias,
el sombrero de su tejado y el humo.
Ese paisaje de infancia me sigue
Y morirá en mis ojos conmigo,
Con sus lluvias rezando,
Con sus tapias derrumbándose,
Con su acequia llorando.
Yo tuve compañeros de escuela
Que hacían sus tareas en la cocina
Con sus madres lavanderas,
Y alguna hermana que había seguido
“el mal camino”
Yo miraba sin astronomía las estrellas,
era de la generación que oyó cuentos de aparecidos
antes de que los psicólogos se encargaran
de la educación de los niños.
Los ponientes, nunca a tuvieron tanto oro
como detrás de aquellas casas
donde descubrí la estética de la geometría,
y donde los papalotes de los niños pobres
eran los únicos habitantes del cielo
antes de los aviones.

Y por eso todos los niños de aquel barrio
eran poetas,
porque las únicas estrellas al alcance de su mano, eran las luciérnagas,
y colgaban en el viento aquellos seres
de varilla y papel
que se alimentan de cielo
como las banderas.


FRANCISCO AMIGHETTI. Costa Rica, 1907-1998- Obra publicada: “Poesía”, “De mí mismo”, “Francisco en Harlem”, “Ars moriendo”, “Poemas de amor”, entre otros.

jueves, 14 de enero de 2010

Me gusta Jujuy cuando llueve- Tomás Lipán






Esta bella zamba fue la causante de mi expulsión de la red Factor Serpiente.

martes, 12 de enero de 2010

Julio Cortázar y el analfabetismo en Latinoamérica- Carlos Liendro

.

En "Sobre la función del intelectual", Julio Cortázar, escribía:"Porque además no se debe olvidar que aparte de las barreras de la opresión existe en América Latina otra barrera aún más temible y desesperante: la imposibilidad en que se encuentran enormes masas populares de acceder a los productos culturales que podrían ayudarlas a pensar por sí mismas, a elevarse en su conciencia política, a ir descubriendo las raíces más auténticas de su identidad nacional y latinoamericana. Me refiero, naturalmente, al enorme porcentaje de analfabetismo que sigue dándose en la gran mayoría de nuestros países."
El había sido maestro en Bolívar y Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) y profesor de literatura inglesa en la Universidad de Cuyo (Mendoza). Había nacido en Bruselas en 1914, cuando su padre era diplomático en Bélgica. A los cinco años viene a Argentina y vive en Banfield, al sur de la capital. En 1951 obtiene una beca y se va a Francia, trabajará como traductor de la UNESCO. Cinco años antes, Jorge Luis Borges, en la revista Los anales de Buenos Aires, le publica su primer cuento. "Casa Tomada".
Ese primer cuento, que aparecerá en ‘Bestiario’, ha sido interpretado como el reflejo del momento político que le tocaba vivir. La calidad de sus cuentos y sus ficciones tienen un alto nivel de simbolismos. Donde lo cotidiano pasa a una brusca dualidad. Es como una realidad escindida: lo extraño, lo siniestro, se presenta en algo inesperado y posible. Casa Tomada, cuenta la apacible vida rutinaria que llevan dos hermanos de una clase social media alta (Cortázar detalla los usos y costumbres de este sector; su porcelana, sus revistas, su forma de tomar el té, su mirada a Europa) y que de repente (lo imprevisible) se sienten invadidos por una fuerza extraña, que les va ocupando por partes su casa. El cuento ya es un clásico en la literatura de ficción, pero las interpretaciones posteriores relacionan, el ascenso de las masas populares a través del primer peronismo (1945-1955) como esa ‘fuerza extraña’ que invadía a la oligarquía de Buenos Aires en su moral y su tranquilidad.
Su compromiso político comenzará en los 60, después de la Revolución cubana; posiblemente como al Sartre de la post-guerra cuando descubrió al marxismo..Comparo estos dos intelectuales, en el proceso de cambio que tuvieron, ya que Jean Paul Sartre, estuvo en 1934 estudiando la filosofía de Husserl y de Heidegger,(sobre fenomenología y existencialismo) en Alemania, pero en ese período nunca mencionó en su literatura o filosofía lo que hacían los SA (tropas de asalto nazis) que ya perseguían a los judíos, comunistas, socialistas y a todos los que se opusieran al ascenso total de Hitler al poder.
Julio Cortázar conoció Cuba en 1962, invitado por la Casa de las Américas (estuvo junto a Fidel Castro y el Che Guevara), y su concepción política tuvo un cambio profundo en su compromiso como intelectual, en todo lo que iba a suceder en Latinoamérica. Sartre había estado en Cuba en 1960, escribió sobre su experiencia en la isla: Huracán sobre el azúcar. Cortázar junto a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, fueron el boom literario de los 60, a través de la distribución de Carlos Barral, los conoció todo el mundo. Latinoamérica comenzaba una serie de criminales dictaduras militares (la primera es en Brasil), dentro del plan seguridad, con préstamos para la compra de armas, la formación de militares en métodos que hoy se siguen aplicando en el continente.
Es el período del exilio, pero también de su mayor producción. Aparecen no solo cuentos, también sus grandes novelas como: Rayuela; 62, modelo para armar; Libro de Manuel, etc. El inicio de la década del 70, lo encuentra con Salvador Allende en Chile. En sus escritos para distintos periódicos lucha contra la dictadura (1976- 1983) en Argentina, hoy están recopilados en libros como ARGENTINA: AÑOS DE ALAMBRADAS CULTURALES. Allí aparecen artículos como: Nuevo elogio de la locura, América latina: exilio y literatura, Las estrategias del miedo, Literatura e identidad, Qué poco revolucionario suele ser el lenguaje de los revolucionarios!
Sobre la función del intelectual, Una maquinación diabólica: las desapariciones forzadas. Toda esa literatura estaba censurada en nuestro país, y pocos sabían todo lo que hizo Julio Cortázar, por los exiliados Latinoamericanos que estaban en Francia, por los Derechos Humanos y contra la Guerra de las Malvinas, que utilizaban los militares demagógicamente como una bocanada nacionalista para seguir oprimiendo al pueblo.
Con la revolución nicaragüense, también asume el compromiso. Sus artículos están reunidos en NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE, allí denuncia la intervención de la CIA y del gobierno de Reagan, en la ayuda económica y en armas a la "Contra". Hoy todo esto está firmemente documentado de cómo no solo el congreso norteamericano votaba una ayuda de 25 millones de dólares para que realizarán sabotajes y matanzas a maestros, médicos, y destruyeran instalaciones, y sembradíos en Nicaragua, sino de cómo se le informaba a la población estadounidense, sobre la idea de lo peligroso que era el gobierno sandinista y una invasión que realizarían a EEUU.
Veinte años después, es necesario seguir analizando el aparato de propaganda que son los medios de comunicación. Alcanza con pensar en la CNN y la guerra de Irak (tanto la primera como la segunda, bajo el gobierno de los Bush). Cortázar veía esto en nuestro continente .Ya no le preocupaba él como escritor (un escritor puede escribir buenos libros, tener prestigio, etc.), lo que le preocupaba es quienes leerían. Quienes se benefician con la ignorancia. En Latinoamérica han aumentado las cifras de analfabetismo y se han incrementado las de semianalfabetismo. Las poblaciones rurales e indígenas siguen aún más excluidas socialmente. "La conquista del poder es una cosa, pero de nada sirve si no se ve inmediatamente acompañada por la conquista de una conciencia cultural y política en los niveles populares." Escribía en un artículo ya citado.
Cuando visitó por última vez nuestro país, en la primavera democrática de 1983, el gobierno radical no lo recibió, serían los mismos que luego aprobarían leyes del perdón y Obediencia debida, que dejaría a miles de torturadores y de crímenes contra la humanidad impunes. En el teatro Margarita Xirgú, algunos escritores exiliados que habían vuelto, Las Madres de Plaza de Mayo, defensores de Derechos Humanos, le rindieron un homenaje, a alguien que venía a despedirse. Sabía que su leucemia no le daría mucho tiempo. En 1984 falleció.
En un discurso pronunciado unos años antes leyó (...) "Puede llegar el día en el que uso reiterado de las mismas palabras por unos y por otros, no deje ver ya la diferencia esencial de sentidos que hay en términos tales como individuo, como justicia social, como Derechos Humanos, si bien sean vistos por nosotros ó por cualquier demagogo del imperialismo ó del fascismo. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar y si esa máquina es su inteligencia y su conciencia con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan; solo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y nuestra acción, porque la historia es al hombre y se hace a su imagen y a su palabra."
(Texto tomado de: Rebelión).



En http:gacetaliterariavirtual.blogspot.com

domingo, 10 de enero de 2010

Lila Downs- La Sandunga

Marcos Molina- El pajarillo

Manuel Belgrano y Juan Crisóstomo Lafinur






Estoy cansado. La hora ha sonado de dejar este teatro que llamamos mundo. Mi vida se ha consumido como esa vela junto a la cual luchaba aquella noche por acabar el poema a mi admirado y bienamado amigo Manuel Belgrano. Debía leerlo al día siguiente, en las Honras que a su memoria se realizarían en la Catedral. Un año hacía que Manuel había partido. Un año en que no dejamos de llorarlo y de lamentar que, el día de su muerte, la aflicción y los alarmantes sucesos nos sumieron en tal estupor que no nos acordamos de escribir en el periódico un mísero recordatorio. Nuestro vilipendiado padre Castañeda fue la excepción en su Despertador Teofilantrópico. Pero ello no nos salvaba de nuestra negligencia. Había entonces que repararla. Sin embargo, la musa no siempre acude a nuestros llamados y es lo que sucedía precisamente conmigo pocas horas antes de leer mi Canto Elegíaco. Ya la vela se terminaba y yo aún no podía dar con las palabras. Las que expresaran el dolor en su justa medida. Pero, como decía Horacio: ¿”Qué moderación o qué recato puede darse en la añoranza de un ser tan querido?” Y, como el poeta, yo también pedí: “¡Enséñame fúnebres cantos, Melpómene!” Ahora me doy cuenta de qué manera aquello que escribía en las honduras de la noche, se aplica a las de ésta que hoy se ha abatido sobre mí. Mis ojos se cerraban, la cabeza caía sobre el papel. No sé quién me dictaba aquellos versos que mi mano, lenta, escribía:

Murió Belgrano. ¡Oh, Dios! así sucede
La tumba al carro, el ay doliente al viva,
La pálida azucena a los laureles!

Aquella mañana el mundo se detuvo. Al rayar el alba sonó el primer cañonazo y se repitió, durante cada cuarto de hora, hasta ponerse el sol. El gentío inundada las calles pues nadie quiso perderse las ceremonias, aquellas Honras correspondientes a un Capitán General en campaña. La masa enorme del pueblo se arremolinaba, fluctuaba como un océano. Además de las calles, obstruidas por el pueblo, los balcones y las azoteas no tenían un resquicio libre, desbordándose por sus balaustradas mujeres con las manos abarcando las flores que arrojarían al carro fúnebre, que pasó sobriamente adornado con penachos y cortinados de luto. Iba tirado por seis caballos oscuros, cada uno de ellos llevado de la brida por un moreno, vestido elegantemente de negro. Estaban presentes las cruces de todas las parroquias y comunidades religiosas. Un sol tibio nos calentaba apenas mientras los amigos más íntimos de Manuel caminábamos con dificultad, abriéndonos paso entre los hombres y mujeres, muchos de hinojos en plena calle, las negras enjugándose los ojos con grandes pañuelos de todos los colores. Nuestra columna tardó una hora y cuarenta y cinco minutos en llegar al templo. Al frente del cortejo iba el Gobernador, seguido por todo el cuerpo de oficiales del ejército, de riguroso luto militar. Lo seguían los agentes de Chile, Estados Unidos y Portugal. A nuestro lado desfilaban también los jefes de oficina y empleados públicos. Todos con caras compungidas y el semblante serio de los que saben que algunas cosas se viven una sola vez. Se formaron el estado mayor a caballo – el regimiento primero de línea, el de cazadores, la legión patricia, la legión del orden, una compañía de húsares- y la artillería montada con cuatro piezas que, al entrar el cuerpo en el templo hizo oír sus disparos. Como estaban prohibidas las representaciones teatrales, esa noche no se pondría en escena mi Clarisa y Betsy. Llevaba en mi bolsillo, cuidadosamente doblado, el recorte del artículo que días atrás había salido en EL Argos con motivo del estreno. Puedo recitarlo textualmente aún hoy, a tres años de aquel sucedido que aceleró mi corazón con latidos de gozo: Clarisa y Betsy es una de las mejores piezas de las que se llaman melodramas: de aquellas que tienen bastante música y suficiente acción muda por demostrar que son comedias: e igualmente diálogos por convencer que no son pantomimas — una especie bastarda engendrada en los teatros menores de París: pero que tanto allí como en todas partes reprueba el buen gusto. Es que yo también, como Rousseau con su Pygmalion, quise ponerme a prueba en ese género en el cual las palabras y la música, en lugar de marchar juntas, se hacen entender sucesivamente y en donde la palabra hablada es de alguna manera anunciada y preparada por la frase musical. Esa “ópera sin cantores”, como la llamara mi adorado Mozart. Con Morante formábamos una dupla perfecta, tal era la armonía con que su texto se entrelazaba a mi música, escrita en aquellas febriles noches que precedieron al estreno.

— ¿Qué opinas? — pregunté, volviéndome hacia Juan Cruz, unos pasos atrás.
— Que el pobre Manuel era un lujo para esta república de pacotilla y ubicada en el extremo del mundo. Esto no servirá para que las cosas sean como él hubiera querido. Debimos interrumpir el diálogo pues ya el gentío se metía entre nosotros, separándonos.
Las piernas me temblaban mientras subía al púlpito. Me preguntaba si estaría a la altura de tan augusto homenajeado. Mi mirada abarcó los vestidos y mantillas enlutados, los botones dorados de las casacas, las pecheras de encaje, las manos recubiertas de anillos. Y seguí con la vista baja y vi las caras, las de ellas, las mujeres, caras limpias y caras frescas, caras pintarrajeadas y cara secas, y vi sus cabezas grises, cabezas negras y cabezas rubias, todo eso vi antes de decidirme a comenzar. Traté de que mi voz no se quebrara cuando, en aquel silencio expectante de llanto contenido, en aquella mezcla de desesperanza y de vindicación, comencé a leer las estrofas que terminara pocas horas antes:

¿Adónde alzaste fugitivo el vuelo
Robándote al mortal infortunado,
Virtud, hija del cielo?


Mi corazón aceleraba su latido asustado y mis palabras retumbaron como retumba el eco. Como al caer una piedra en el agua, sus ondas se fueron ensanchando cada vez más, hasta cubrir todo el ámbito. Sentí cómo la escena que imaginara la víspera se ajustaba a lo que allí estaba sucediendo. Lo escribí días después para El Argos, en la Oda a la Oración Fúnebre pronunciada por Valentín Gómez:

Era la hora: el coro majestuoso
Dio a la endecha una tregua; y el silencio
Antiguo amigo de la tumba triste
Sucedió a la armonía amarga y dulce...


De pronto comprendíamos que personas como Manuel se dan una o dos veces en la historia. Y yo fui privilegiado con su amistad, con su trato bondadoso y llano. Realmente amé a ese hombre, de este lado de la idolatría.

Por la tarde se realizó el banquete fúnebre en casa de Sarratea. Cuando, luego de Rivadavia y los invitados de mayor rango, me llegó el turno de derramar la copa sobre las flores del festín, recordé que los antiguos tenían la idea del río de Leteo, el río del olvido. Aquélla de que después de la muerte bebemos y olvidamos. Pero yo, que estaba vivo, no deseé olvidarlo, sino todo lo contrario. Quería que su recuerdo quedara encendido en mí para siempre. Sin embargo, el tiempo es nuestro enemigo y pelea por robarnos hasta las lágrimas que vertemos por los que amamos. Es lo que traté de expresar en esos versos que leía ante un público expectante:

Pero el tiempo...¡cruel! y ¡cuál se engaña
El hombre en su consuelo! ¡Vuela el tiempo!


Así ha volado el mío, el de mi breve vida. Ahora que estoy a punto de atravesar las aguas del Aqueronte, vuelvo a ti, querido Manuel, te pido que me tomes de tu mano para llegar a esas mismas praderas en donde seguramente descansas. También a él se lo pido, al anciano que dice ser mi descendiente. Alcanzo a distinguirlo, sentado en el extremo de esta cama de agonías. Me habla, pero ya apenas puedo escucharlo. Y, mientras alguien me arrastra lejos, muy lejos, le digo, indiferente al destino que puedan tener mis palabras: El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata pero yo soy el río; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente es real pero yo soy Lafinur.

Cucurrucucú Paloma- Caetano Veloso

jueves, 7 de enero de 2010

Lafinur y Borges- Paulina Movsichoff







Escucho el gong del reloj que marca las dos de la madrugada. Yo velo en esta penumbra interrumpida apenas por un ladrido lejano, por el rodar de un coche en la acera. Eulogia seguramente duerme en la habitación vecina. No resultó fácil convencerla de que así era mejor. La he notado muy desmejorada. Casi no cierra los ojos, temerosa de que mi pecho deje de respirar. “Me ayudarás más si estás descansada durante el día”, le he dicho. La pobrecita debe multiplicarse para atenderme, recibir las explicaciones del médico, estar pendiente también de que las visitas no se queden más de lo permitido. Y en eso es inflexible. No quiere que malgaste mis menguadas fuerzas. De todos modos sé que todo es en vano y que estoy en el umbral, que muy pronto seré uno más en esa dimensión donde el pasado, el presente y el futuro se entreveran y ya no se puede distinguir cuál es cuál. Prueba de ello es la visita que recibo cada noche cuando todo está en calma. Él llega, se sienta a los pies de mi cama y me conversa. Confieso que al principio me agitaba cuando me quedaba solo. Pensaba que era un delirio de mi enfermedad. Pero no. Ahora he aprendido a aceptar aquello que para los sentidos resulta inaceptable. Estoy viviendo lo que con tanto afán enseñaba en mi curso: Hay un tiempo todas las noches en el cual creo ver lo que no veo, tocar lo que no toco. A este tiempo le llamo sueño; e ilusiones a las percepciones probadas en él. – ¿Y quién me ha asegurado que yo duermo siempre? Si el sueño en cierto grado puede causar ilusión que la vigilia hace descubrir, quien me ha asegurado que la vigilia misma no es otra especie de sueño, del cual me desengañara otro estado diferente que pruebe? ¿ Y acaso la poesía no es un territorio de fantasmas, un apostadero de seres que salen de nuestros delirios nocturnos? ¿De dónde surgen ellos? ¿No son acaso sensaciones del alma? La nocturnidad es peligrosa. Recuerdo aquellos versos de François Villon: "Mis días rápido se han ido... De alguna tela los hilos cuando el tejedor tiene en su puño ardiente paja. Mis mayores tristezas han pasado, / ya no me acaloro más por ellas” dice también. Igual me sucede a mí, que estoy todas las madrugadas con el corazón alborotado esperando la visita.
Qué dirías Eulogia si supieras que, cuando me crees por fin dormido, me desplazo por los medanales del tiempo para encontrarme con este viejo que tiene los ojos sin luz y que dice ser mi descendiente. Sus manos sarmentosas se apaciguan en la empuñadura de un bastón. A pesar de su ceguera, tiene un rostro plácido y hasta casi podría aventurar que con un dejo de picardía. Le digo que ya nos habíamos encontrado. El anciano aquel que mascullaba versos cuando, tomados del brazo, yo lo encaminaba a su casa. O aquel otro con quien tropezaba a veces en mis correrías por Buenos Aires. Se detiene a menudo en hablar de esa ciudad. La juzga, afirma, tan eterna como el aire y el agua.
“No sé si a usted le sucedió, Lafinur”, me dice. “Pero yo nunca me abandoné a sus calles sin recibir inesperado consuelo”. Le contesto que a mí me pasó lo mismo, pero eso comenzó a sucederme en el preciso momento en que debí dejarla. Y, al igual que Rousseau, yo también tenía planeado escribir mis Rêveries du promeneur solitaire cuando, como él, me vi apartado de todos y me libré a la dulzura de conversar con mi alma, lo único que el fanatismo y las envidias humanas no pueden quitarnos.
Me habla el viejo ciego de las guitarras que escuchaba al fondo de un patio en sus vagabundeos y me arrepiento entonces de la pelea que tuvimos con Juan Cruz. Fue allá, en el Monserrat, cuando escribí unas coplas denigrando ese instrumento. Pero qué importancia tienen aquellos juegos de niños. Muchas cosas se presentaban confusas a nuestro entendimiento, tenían esa ambigüedad de los objetos al amanecer. Renegábamos de cualquier aspecto de la realidad que nos hiciera acordar al dominio hispánico. Pero no todo era malo. Y aquellas cosas formaban parte de nuestra idiosincracia. Fue placentero escuchar su voz, no cascada como la de un viejo sino joven y alegre como me imagino la tuvo en su mocedad. Entonó unas estrofas que me quedaron en la memoria como si las supiera desde siempre:

Mi Buenos Aires querido
cuando yo te vuelva a ver
no habrá más penas ni olvido.


Una honda nostalgia se apoderó de mí, igual a la que me quedaba luego de escuchar a Crisanto Luna, allá en el Norte. O a la que, desde antes de que mi visitante nocturno me las cantara, me despiertan las que Juan Gualberto entona en su guitarra.
Todo esto me tiene muy excitado y por momentos me he sentido tentado de escribirle a Carmen. Pero luego desistí, pensando que creerá que la enfermedad afectó también mis facultades mentales. Porque además de hablarme de filosofía, el visitante me cuenta cosas por demás extrañas. Me dice que Carmencita se casará con un militar y que tendrán un hijo. Ese hijo será el abuelo de él, de Borges, como me ha dicho que se llama.
“Usted ha estado en la guerra, Lafinur y seguramente conoce el miedo a la muerte. Pues mi abuelo avanzó sereno hacia ella. Esto fue luego de la orden de su jefe de ordenar el retiro. Mi abuelo le expresó su desacuerdo pero el general se mantuvo firme. Fue entonces que, con la mirada empañada por una profunda expresión de pena y de tristeza, decidió no obedecer. Con dos o tres ayudantes penetró allí donde el fuego era más violento y nutrido. Iba tranquilamente montado en su alazán, envuelto en su poncho blanco, con los brazos cruzados y la fisonomía iluminada por una expresión de melancólica bravura. Algunos pasos más y cayó para ya no levantarse, con dos terribles heridas, ambas mortales”.
Lo pedí que no continuara. Profunda pena me dio esta desgracia que ocurrirá a mi adorada Carmen. Esa niña de piel de magnolia y ojos alumbradores, que con sus catorce años fue mi consuelo en los días previos a mi partida, cuando sentía el odio y la saña de lo que se gozaban en calumniarme. ¿Es un sino trágico el que persigue entonces a los de mi sangre? Me pregunto si ese terrible suceso no será una expiación por aquel otro nefando crimen del que mi padre participó. Si no estaremos todos envueltos en una maldición divina por llevar la sangre de uno de quienes segaron la vida de Tupac Amaru.
Escucho que Eulogia se acerca y entra a mi cuarto, la palmatoria en la mano. Finjo que duermo, pero la siento ahí, parada junto a mi cama, contemplándome muda y absorta, preguntándose tal vez si su amor podrá arrancarme de las garras de patas corvas. Querida, querida mía. Teníamos el tiempo como verde pradera extendida ante nosotros. Pero ya lo ves, nuestra esperanza ha sido vana. El frío invade ya mis miembros y veo este mundo como una débil lucecita que voy dejando, definitivamente, atrás.

Juan Crisóstomo Lafinur- La sensualidad de la filosofía- Ediciones Fundación Victoria Ocampoa