miércoles, 30 de junio de 2010

Bajo las lentas nubes- Manuel J. Castilla (Fragmento)




15

Pienso en el chaco, ahora.
En esa adormecida planicie solitaria.
En ella, los crepúsculos
se van en una larga melancolía dorada
y el viento polvoriento como un caballo ciego
vaga en la leña muerta.

En el chaco los cielos
vuelcan pampas de nácar,
derrumban sus harinas de girasoles de oro
y sueltan sus manadas de corderos, levemente,
sobre sus osamentas de pescados.
Alguna vez mis ojos treparon por los gajos
tiesos y negros de los palosantos.
Una vez, lo recuerdo,
el corazón de ese árbol
se trepó por el fuego y por el humo
a mi oscura memoria y a mi olfato
como la savia más delgada del aire.
En ese olor el chaco florecía.
Por ese humo sonoro de fragancia,
por esa tierra que se hacía celeste
mi corazón era una garza volando en el crepúsculo.

Pero hay más.
Hay cementerios donde sólo hay dos muertos,
palos puestos a pique
cercando un sueño largo, lleno de hachazos.
En esas soledades, dulcemente quebrados yacen.
Uno los ve mirar desde su greda
por las vizcachas que les hurgan los ojos,
uno mira la pena de esos muertos
como amantes sorprendidos por un rayo besándose,
todo eso se ve sobre la tierra seca
y llora y llora y muere de su muerte
y de su sed y de su olvido.

También uno recuerda un ancho río y el paso de sus peces
y crece jubiloso por sus riberas verdes.
Entonces,
la soledad asienta su sombra silenciosa.
Todo eso se ve.
Ve desnudarse al indio, a los matacos,
bajar hasta la playa como dioses ardientes
llenos de hambre y América,
morenos de frescura como una tinaja.
El Pilcomayo les deja su espuma entre los dientes.

Después, más después,
uno los ve salir hermosos de las aguas.
Todos los peces penden de su cintura, agónicos.
Plata colgada,
plata que se mueve,
plata mojada y pura hecha pollera,
fleco dulce del agua,
lluvia de luna,
astro celeste a desmenuzado,
escama muerta,
pétalo de estrella que agoniza.
Todo eso ve un tarde
en las barrancas húmedas del Pilcomayo, en Salta.

Después, sobre el ocaso,
Dios se mete en el canto de los pájaros
y en los pájaros vuelve coronado de miedos
con todo el corazón asesinado,
y adiós, adiós a la planicie
y dame agua y adiós clamándole a la arena
hasta que todo, Dios y palosanto,
y ancoche en flor y sombra de matacos,
todo se queda quieto en el silencio
y adiós de leña muerta sobre el chaco.


Poemas (Antología)- Centro Editor

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