martes, 18 de enero de 2011

Benito Juárez- Bernardo Movsichoff



Juárez es el hombre que ejemplifica más típicamente como un ser de la más humilde condición puede escalar las posiciones públicas más altas. Es también un mentís rotundo a los inventores de las diferencias de razas que pregonan la superioridad de unas sobre otras. Juárez, indio auténtico, llegó por las condiciones privilegiadas del alma y del cerebro, a la primera magistratura de México y si esto no fuera suficiente, se convirtió en el héroe de un pueblo que lo muestra como ejemplo a sus hijos y a los hijos de los otros pueblos americanos.
Perteneció Juárez a los Zapotecas, indios de México, nació en San Pablo de Gualetao, aldea humildísima rodeada de montañas, cercada de naranjos y limoneros y frente a un lago “La Laguna Encantada”; no conoció ni el idioma castellano y deseoso de aprender se trasladó a la población de Oaxaca sirviendo en casas particulares por la paga de aprender a leer y a escribir.
Tenía, decía Juárez en sus apuntes autobiográficos, una secreta aversión por la profesión de clérigo, pero el Seminario era el único lugar para proseguir sus estudios, e ingresó allí para compenetrarse del Latín; pero luego se fundó un Instituto de Ciencias y Artes, independiente de la influencia del clero, y Juárez entró, donde más tarde tuvo a su cargo la cátedra de Derecho Civil.
Lástima grande que la tiranía espacio, impida seguir la vida de este hombre que demostraría lo que puede el esfuerzo humano para superarse, lo que realiza un verdadero autodidacta para ser útil a sí mismo y a sus semejantes.
Juárez es, sobre todo, conocido por sus luchas contra el invasor extranjero, es exaltado por su acción contra las tropas de una nación poderosa de Europa que bajo la égida de un Emperador despótico deseaba avasallar a una pequeña nación americana. Pero esta no es la cualidad fundamental de Juárez, supo, y esto es lo maravilloso de su obra, penetrar en la más profunda fibra de su pueblo trasmitiéndole su espíritu que perdurará eternamente; fue una fuerza, una fuerza civil que trató de infundir en un pueblo belicoso y levantisco, que solo la fuerza civil es símbolo de civilización, que solo la fuerza civil es sinónimo de progreso.
Por eso, porque los ejemplos entran por los ojos, Juárez a pesar de tener grado militar y dirigir las tropas en calidad de jefe contra el invasor, jamás usó uniforme, su indumentaria característica era la de un frac negro y se lo denominó “El presidente de frac negro” que era lo mismo que decirle el presidente civil de espíritu popular.
Es Juárez quien reforma como primera obra de gobierno la Ley de Justicia que luego llevara su nombre. La ley anterior adolecía del defecto de establecer tribunales especiales para las clases privilegiadas; extinguió el fuero eclesiástico en la rama civil; a los militares solo les dejó el fuero en los delitos y faltas puramente militares, suprimió también los otros tribunales especiales.
Esta ley fue la chispa que produjo el incendio en la Reforma: separación de la Iglesia del Estado, modificaciones agrarias y leyes sapientísimas que transformaron la economía del país estancado con las cadenas de los viejos vicios coloniales, dejando sentadas las bases de una nueva nación.
A Juárez se le conoce con varias denominaciones, pero seguramente la que más se adapta a su personalidad es la que le dice “El Indio Sublime”. ¡Indio sí! que no desmerece en nada a ninguna raza de la tierra, ¡sublime sí! porque se inmortalizó en un pueblo que lo ha convertido en el símbolo de la Libertad, de la República y de la Patria.



Bernardo Movsichoff. Un socialista romántico- Editorial Metáfora